La Voz del Pastor
Jesús demuestra la naturaleza amorosa de su liderazgo al sanar a un hombre ciego, comisiona a 70 más que lo ayuden a proclamar el Evangelio y les enseña a sus discípulos a orar.
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(PARTE 11)
IR A SERIE
Durante una de sus visitas a Jerusalén, Jesús fue interrogado por los fariseos acerca de su declaración de que él es la luz del mundo. Dijeron que su reclamo era inválido porque él estaba hablando como su propio testigo. Jesús les señaló que él y su padre eran los dos testigos de su afirmación. Había dicho que aquellos que lo seguían no caminarían en la oscuridad sino en la luz. Los fariseos no lo reconocieron, dijo, porque no conocían al Padre. Estas eran palabras fuertes como para estar hablando en los confines del templo, donde las convicciones religiosas eran profundas.
Jesús nuevamente le dijo a su audiencia que iba a desaparecer, y que a donde él iba no podrían ir. Algunos pensaron que tenía la intención de matarse. Desconcertados por sus palabras, le preguntaron: «¿Quién eres?» (Juan 8:25). Otros, sin embargo, pusieron su fe en él mientras hablaba.
Para aquellos que estaban menos convencidos y todavía veían algo notable en él, Jesús dijo, «Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (versículos 31–32). Llenos de orgullo, algunos respondieron que ya eran libres y no esclavos de nadie. Afirmaron ser un pueblo especial ya que descendían del padre patriarcal, Abraham. Jesús les recordó que, no obstante, eran esclavos del pecado y que podía liberarlos. Les dijo: «Sé que sois descendientes de Abraham; sin embargo intentáis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. Yo hablo lo que he visto estando junto al Padre, y vosotros hacéis lo que habéis oído junto a vuestro padre» (verses 37–38).
Con esto quiso decir que estaban escuchando al padre equivocado. Continuó diciendo que el padre Abraham era un hombre justo y que no habría tratado de matar a Jesús. Insultantemente, cuestionaron los orígenes de Jesús. Dijeron, «No somos hijos de fornicación»— la implicación es que Jesús lo era, mientras que ellos tenían a Dios como su padre.
Entonces aún más directo, Jesús les dijo que ellos eran de su padre el diablo, quien desde el principio ha sido un homicida y mentiroso.
Una vez más bosquejó la distinción para ellos: «El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios» (versículo 47).
La discusión se estaba calentando demasiado para muchos de ellos. Ahora respondieron que él era uno de los odiados samaritanos, y poseído por el demonio. Cuando les dijo a continuación que existía antes que Abraham, recogieron piedras para matarlo, pero pudo evitarlas y abandonó el área del templo.
un ciego ve
La ceguera se presenta de diferentes formas, puede ser física o espiritual. Una es mucho más seria que la otra. En un milagroso despliegue del poder de Dios, Jesús sanó a un ciego haciendo lodo y poniéndoselo sobre los ojos del hombre. Después lo mando a enjuagarse al estanque de Siloé, seguido de lo cual pudo ver.
La ceguera se presenta de diferentes formas. Esta puede ser física o espiritual.
Los vecinos del hombre tuvieron reacciones variadas. Algunos dijeron que no era el mismo hombre que mendigaba, mientras que otros decían que sí era. El hombre mismo dijo, «Soy yo». Los fariseos le preguntaron qué había pasado, y él les contó lo que Jesús había hecho. Sus padres sabían que este era su hijo, pero no sabían cómo había llegado a ver. Al menos, eso es lo que les dijeron a los fariseos que habían oído que Jesús había sanado al hombre en el sábado.
Los fariseos estaban cegados a tal grado que le dijeron a Jesús, «Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el sábado» (Juan 9:16). Otros no estaban de acuerdo, y entonces ellos también estaban divididos sobre Jesús.
Cuando los fariseos pidieron a los padres del hombre que explicaran lo que había pasado, sus padres temieron ser excomulgados. Sabían que los fariseos habían amenazado con sacar de la sinagoga a cualquiera que dijera que Jesús era el Cristo que había de venir. Entonces dijeron: «¿Por qué no le pides a nuestro hijo que explique? Es lo suficientemente mayor como para hablar por sí mismo».
Los fariseos llamaron al hombre sanado por segunda vez. Nuevamente se le pidió que explicara. A estas alturas ya estaba irritado con sus interrogadores. «¿Por qué quieren escucharlo de nuevo? ¿Quieren también ustedes ser sus discípulos?» les preguntó (versículo 27).
Con esto los líderes religiosos estaban enojados. Insultaron al hombre, diciéndole que era un partidario de Jesús y que del todo había nacido en pecado, y lo expulsaron.
Cuando Jesús oyó lo que había sucedido, fue al hombre y lo consoló, diciéndole quién era. El hombre se hizo creyente.
Todo esto llevó a Jesús a destacar, «Para juicio he venido yo a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados» (versículo 39).
Cada vez estaba más claro que solo algunos lo entenderían, y que la comprensión era un regalo del Padre. Lo más probable es que los líderes religiosos no hayan sido elegidos para recibir tal conocimiento en ese momento. Los fariseos preguntaron si Jesús los consideraba ciegos. Replicó, «Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora, porque decís: “Vemos”, vuestro pecado permanece» (versículo 41). Jesús dijo que, como afirmaban que lo sabían y lo entendían, se pusieron a sí mismos en una categoría diferente.
pastor y obeja
Toda la situación con la sanación del ciego llevó a Jesús a dar otra lección por medio de una alegoría. Comenzó a hablar acerca de un hombre que entra en un corral de ovejas al trepar por la valla. Dijo que tal hombre es un ladrón, que el verdadero pastor entra por la puerta, y las ovejas reconocen su voz y lo siguen. No seguirán a un extraño, sino que huirán. La audiencia no entendió esta forma de hablar, entonces Jesús explicó que él era la puerta y también el pastor. Otros maestros eran ladrones, desconocidos y trabajadores contratados que realmente no se preocupaban por las ovejas. Cuando surgían problemas en la forma de un lobo, las manos contratadas huirían de ahí.
Jesús dijo que estaba preparado para dar su vida por las ovejas. Él dijo que Sus ovejas reconocerían Su voz. También dijo que había otras ovejas que no pertenecían al rebaño de Israel, aludiendo a los pueblos gentiles que se convertirían en sus seguidores en los años futuros. Agregó que voluntariamente se sacrificaría por las ovejas, que su padre le había permitido hacer eso.
Esta poderosa enseñanza fue demasiado para algunos de sus oyentes judíos. Dijeron: «Está poseído por un demonio y está delirando. ¿Por qué escucharlo?» (Juan 10:20).
Como de costumbre, otros no aceptaron ese enfoque. En cambio, dijeron: «Estos no son los dichos de un hombre poseído por un demonio». ¿Puede un demonio abrir los ojos de los ciegos? (versículo 21).
Jesús a menudo engendraba sentimientos y opiniones que estaban en extremos opuestos del espectro. Sus enseñanzas dividieron a las personas.
Así fue que Jesús a menudo engendraba sentimientos y opiniones que estaban en extremos opuestos del espectro. Sus enseñanzas dividieron a las personas.
BENDECIDO CON EL ENTENDIMIENTO
Jesús enviaría personas delante de él para preparar el camino en las ciudades y pueblos que estaba por visitar. Había hecho esto con Sus 12 discípulos en Galilea; ahora comisionó a otros 70 para ir al área de Perea, que hoy es Jordania, y a Judea.
Los hombres que eligió saldrían en pareja para sanar a los enfermos y enseñar sobre el reino de Dios. No debían quedarse donde no eran bienvenidos. Más bien debían sacudir el polvo de sus pies y pasar al siguiente lugar.
Al decir esto, Cristo recordó aquellas ciudades que lo habían rechazado en Galilea. Estaba el pueblo pesquero de Capernaúm, donde él había estado mucho en evidencia; Korazin, la ciudad de basalto negro en la ladera sobre el mar de Galilea; y la ciudad costera de Betsaida. Jesús dijo que sería más tolerable para las ciudades gentiles de Tiro y Sidón en el Día del Juicio que para estas ciudades en su territorio natal.
Cuando los 70 regresaron, estaban exultantes de que los demonios se sujetaran a ellos. Cristo dijo que deberían regocijarse de tener un lugar en el venidero reino de Dios. Después de todo, Jesús dijo que había visto a Satanás, el líder de los demonios, caer como un rayo del cielo
El hecho de que el Padre había considerado oportuno bendecir a estos hombres con tal comprensión espiritual fue una fuente de gran satisfacción para Jesús. Dijo: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó» (Lucas 10:21).
Aparentemente Jesús estaba tan complacido de su entendimiento que se los dijo en privado, «Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis, pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron» (versículos 23–24).
dos grandes lecciones
Cuando un intérprete de la ley le preguntó a Jesús, «¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?» Jesús tuvo la oportunidad perfecta para enseñar una gran lección. Replicó con dos preguntas: «¿Qué está escrito en la ley?» y «¿Cómo lees?» (versículos 25–26).
El intérprete respondiendo le dijo: «“Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”; y “a tu prójimo como a ti mismo”»,
Jesús le dijo que si hacía esto, viviría.
Sin embargo, este quería ir más allá, así que prosiguió con esta pregunta a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» (versículo 29).
Fue la ocasión para contar la historia del buen samaritano, que se compadeció de un hombre asaltado y herido en la carretera. Un aspecto impactante de la historia fue que otros dos habían pasado por donde estaba el hombre y no hicieron nada. Ambos eran judíos y parte de la jerarquía religiosa. Los judíos consideraban al hombre que se detuvo y ayudó como parte de un pueblo diverso, religiosa y tribalmente. Él habría sido considerado impuro por el intérprete. Los samaritanos, del mismo modo, consideraban a los judíos como enemigos. Así que Cristo estaba enseñando que incluso nuestro enemigo es nuestro prójimo cuando necesita ayuda. El mensaje de Jesús fue claro: Sé como el samaritano que mostró misericordia y fue un buen prójimo, y harás bien.
Mientras viajaban, Jesús y sus discípulos llegaron a Betania, cerca de Jerusalén. Allí, dos hermanas, Martha y María, les dieron la bienvenida. María estaba ansiosa por escuchar lo que Jesús tenía que enseñar, pero Marta estaba ocupada con todos los preparativos para los invitados. Marta, molesta por la falta de ayuda de su hermana, se quejó a Jesús. Este le explicó que hay momentos para dejar de lado las distracciones físicas (versículos 38–42).
como orar
¿Cómo nos acercamos a Dios? ¿Hay una fórmula especial? ¿Dios escucha y responde solo cuando se sigue la fórmula? ¿Está Él realmente allí? Cómo orar es a menudo un misterio para quienes rara vez lo han hecho y nunca han recibido instrucciones.
¿Cómo nos acercamos a Dios? ¿Hay una fórmula especial? ¿Dios escucha y responde solo cuando se sigue la fórmula?
Juan el Bautista les había enseñado a sus discípulos a orar. El día llegó cuando los seguidores de Jesús pidieron que él hiciera lo mismo por ellos.
La respuesta de Jesús a la petición de los discípulos se inmortalizó en una canción y se repite de memoria y, a menudo, sin significado real en la tradición religiosa occidental—por supuesto, no lo que Cristo pretendía. La así llamada «Oración del Señor» es, de hecho, un modelo para orar, en lugar de una oración que se tiene que repetir como un ritual. Veamos más de cerca la instrucción de Jesús.
Dijo, cuando oren, digan: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre» (Lucas 11:2a, Versión RVR 1995 durante el resto del artículo).
Nuestro acercamiento a Dios, por tanto, es como a un padre. Se debe verlo como un padre amoroso. Sin embargo, muchos hoy en día, no han experimentado dicha relación con su padre físico. Eso en ocasiones puede interferir en el camino de la persona. Demuestra el efecto importante que un padre puede tener en la relación de su hijo con Dios mismo. Ahora Dios puede, por supuesto, compensar esas carencias cuando una persona le pide ayuda.
La primera línea de la oración modelo de Cristo continúa diciendo que el nombre de Dios es reconocido como santo. Eso es porque Dios es santo. ¿Qué significa esto? La santidad es un tema misterioso para muchos. Es la condición de ser apartado para un propósito especial. Dios está apartado de nosotros porque Él es un ser único, Creador y Padre amoroso de la humanidad, un ser que siempre ha existido. Él nos ha creado para un propósito y quiere que cumplamos ese propósito. Debemos acercarnos a Él, por lo tanto, con reverencia o respeto.
Después, Jesús dice que tenemos que reconocer que Dios tiene un reino que viene sobre esta tierra, y que deberíamos buscar por ello. Dijo debemos orar: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (versículo 2b).
No solo debemos anticipar que el reino de Dios se establezca sobre la tierra en nuestras oraciones, sino que también debemos esperar que su voluntad se haga en la tierra tal como se hace donde habita en el cielo. Es decir que este mundo presente no es donde las personas en general practican el camino de Dios; este no es un mundo que refleje los caminos de Dios en acción.
El futuro reino de Dios estará en la tierra, no en el cielo, y como resultado los seres humanos experimentarán los caminos de Dios en acción en todas partes. En el mundo de hoy, a menudo nos preguntamos dónde está Dios cuando ocurre una tragedia. Queremos culparlo por lo sucedido o agonizar sobre por qué no ha evitado una tragedia. Pero debido a que la mayoría de la gente ha optado por buscar su propia voluntad en lugar de la de Dios, Dios no está involucrado en sus asuntos cotidianos. En ese sentido, este no es su mundo, como señalaron Jesús y sus seguidores. Pero llegará un momento en que será.
En el siguiente verso leemos que debemos buscar la ayuda de Dios en nuestras necesidades cotidianas: «El pan nuestro de cada día dánoslo hoy» (versículo 3).
Al decir esto, reconocemos la fuente de nuestro bienestar. Como individuos reconocemos que, aunque por el momento Dios se mantiene al margen de los asuntos de la humanidad como un todo, Él todavía tiene el control final sobre el mundo físico que creó. Aunque la sociedad humana no opera de acuerdo con los caminos de Dios, Él provee las necesidades de sus hijos cuando viven a Su manera y piden su ayuda.
Seguido, Jesús dice que debemos orar: «Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben» (versículo 4a).
Debemos reconocer que cometemos pecados. Debemos buscar regularmente el perdón de Dios por nuestros fracasos para vivir de acuerdo con Sus estándares.
¿Qué es el pecado? Hoy el pecado es una palabra pasada de moda. El pecador se ha convertido en un paciente en una sociedad dominada por explicaciones psicológicas del comportamiento humano. La gente ya no peca, son víctimas de su pasado. Con demasiada frecuencia, la excusa es que tuvimos malas experiencias como niños y no podemos responsabilizarnos de nuestras acciones. Jesús no se suscribió a ese criterio. Enseñó que pecamos y que debemos reconocerlo, arrepentirnos -es decir, darnos la vuelta- y ser librados de la culpa que el pecado causa.
También debemos reconocer nuestra necesidad de estar dispuestos a perdonar a los demás sus pecados en contra de nosotros y no guardar rencor contra ellos.
Finalmente, Jesús dijo que debemos orar por protección de las actividades de Satanás. Jesús entendió que hay un archienemigo, un espíritu poderoso que está dedicado a la destrucción de la humanidad. Enseñó a sus discípulos a orar con los siguientes principios en mente: «Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal» (versículo 4b).
No es que Dios ponga el mal en nuestro camino, tanto como es una declaración de que debemos reconocer nuestra necesidad de protección de las intenciones destructivas de Satanás hacia nosotros.
continúa llamando
Las instrucciones de Jesús sobre la oración fueron seguidas por una lección sobre la importancia de la persistencia en la oración. Dios responderá, pero Él no siempre responde de acuerdo a nuestro itinerario. La tendencia humana es renunciar a la oración porque la respuesta no llega tan pronto como queremos. La entereza o la persistencia en la oración se esperan de nosotros.
La tendencia humana es renunciar a la oración porque la respuesta no llega tan pronto como queremos.
En el ejemplo de Jesús, contó la historia de un hombre que despertó a la medianoche cuando su amigo le pidió comida para un visitante inesperado. Al principio, el hombre dormido no se iba a levantar y ayudar, pero cuando su amigo insistió, se levantó y le dio lo que necesitaba. Entonces la persistencia vale la pena.
Continuando, Jesús mostró que Dios está listo para responder a nuestras necesidades más íntimas. Dijo: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Lucas 11:9–10).
El Padre está dispuesto a dar su Espíritu Santo a quienes lo pidan con sinceridad y con un corazón arrepentido. No puede haber mayor regalo. Es la promesa de la misma mente de Dios, puesta a disposición de los humanos. Es la promesa de vivir para siempre.
Frágiles humanos, nosotros, sabemos cómo darles cosas buenas a nuestros hijos. Dios, nuestro Padre, es capaz de dar regalos de máximo valor a sus hijos cuando lo piden con honestidad y verdad.
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(PARTE 13)