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(PARTE 12)

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Los tópicos sobre luz y oscuridad aparecen más de una vez en la Biblia para denotar la realidad del mundo de Dios y la de Satanás. Dios es real, y también lo es Satanás.

Cuando Jesús traía alivio a las personas atrapadas en la red de engaño de Satanás, a veces se enfrentaba con acusaciones de estar aliado con el diablo. Por ejemplo, expulsó a un demonio de un hombre que no podía decir palabra alguna. La multitud se sorprendió cuando escucharon al hombre hablar. Algunos dijeron que Jesús hizo tales milagros por el poder de Belcebú, el príncipe de los demonios. Otros fueron más exigentes, pidiéndole que les diera otro signo milagroso del cielo. Jesús estaba preparado para responder a ambos grupos.

Como respuesta a la acusación de que estaba trabajando bajo el poder de Satanás, les dijo que Satanás no podía estar trabajando contra sí mismo. No tenía sentido que los críticos de Jesús dijeran que una persona que estaba trabajando para el diablo debería liberar a una persona que estaba bajo la influencia de Satanás. Como dijo Jesús: «Una casa dividida contra sí misma, cae» (Lucas 11:17).

También les advirtió a sus oponentes que deberían decidir si estaban o no en presencia del Espíritu de Dios en acción, y si lo estaban, que tuvieran mucho cuidado de no juzgar la obra de Dios como obra de Satanás, que después de todo, sería una blasfemia. Jesús enfatizó su punto al decir: «El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama» (versículo 23).

Las enseñanzas de Jesús fueron tan contundentes para una mujer que esta bendijo a su madre por haberlo traído al mundo. La respuesta de Jesús fue que había algo mucho más importante; diciendo que una bendición llega a aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la obedecen. No es una cuestión de quiénes somos, sino que escuchamos y obedecemos. Esto es lo que cuenta para con Dios (versículos 27–28).

Muy a menudo estamos obsesionados con la posición, el estatus, la riqueza o la fama de una persona. Dios se preocupa por las intenciones más íntimas: el corazón.

Muy a menudo estamos obsesionados con la posición, el estatus, la riqueza o la fama de una persona. Dios se preocupa por las intenciones más íntimas: el corazón.

Fue en este punto al hablar con las multitudes que Jesús se dirigió a aquellos que habían pedido una señal del cielo (versículos 29-32). Primero comentó sobre la naturaleza perversa de la generación de su tiempo, después les dijo que no recibirían más señales que la señal de Jonás.

Esta no era la primera vez en su ministerio que mencionaba a Jonás como un punto de referencia. Cientos de años antes, el profeta Jonás había presentado una advertencia contra la ciudad gentil de Nínive, y la gente de allí había cambiado su conducta a tal punto que Dios salvó la ciudad. Esta vez alguien más grande que Jonás había venido, y el pueblo de Judá no estaba preparado para escuchar.

Jesús también mencionó que la reina de Saba había venido a visitar al Rey Salomón unos mil años antes y se había maravillado de su sabiduría. Sin embargo, la generación de Jesús le había prestado poca atención a Él, el Hijo de Dios. Fue una condena acusatoria a su propio pueblo, porque los ninivitas y la reina de Saba no eran israelitas, sin embargo, habían reconocido a los siervos de Dios. La gente de Jesús estaba teniendo problemas en reconocerlo.

Continuó alentando a sus oyentes a que se asegurasen de caminar en la luz, no en la oscuridad (versículos 33-36). Es demasiado fácil caer presa de los engaños de Satanás, que es el príncipe de las tinieblas, el gobernante de la era presente. Debemos buscar la luz y enfocarnos en la verdad. Si hacemos eso, no rechazaremos la luz verdadera cuando esté delante de nosotros, como muchos lo hicieron en los tiempos de Jesús.

Hipócritas religiosos I

Preparar trampas para Jesús se estaba convirtiendo en un hábito para los fariseos. Mientras Jesús estaba como invitado a cenar con uno de ellos, el fariseo notó que el joven Maestro no se había lavado las manos en la forma ritual.

Al conocer la hipocresía de la mentalidad de los fariseos, Jesús aprovechó la oportunidad para señalar al líder religioso que lo que importa es lo que está dentro de una persona, no lo que está afuera.

Al conocer la hipocresía de la mentalidad de los fariseos, Jesús aprovechó la oportunidad para señalar al líder religioso que lo que importa es lo que está en el interior de la persona, no lo que está afuera. Les dijo: «Vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad» (versículo 39). Eran religiosos en un espectáculo externo, pero no habían capturado la esencia de la intención de la ley.

Jesús continuó: «Pero ¡ay de vosotros, fariseos!, que diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello» (versículo 42). Estaban dispuestos a diezmar o pagar una décima parte de sus productos a Dios, incluso de la planta o hierba más pequeña, y sin embargo no estaban dispuestos a emitir un juicio misericordioso. Cristo dijo que debían diezmar; eso es parte de la ley de Dios, pero igualmente deberían haber emitido juicios con compasión.

El hecho de que no trataran a los demás seres humanos con amor no agradaba a Dios. Al final, dicha religión contaba para poco.

Jesús también criticó a los fariseos por el orgullo de su estatus, diciéndoles: «¡Ay de vosotros, fariseos!, que amáis las primeras sillas en las sinagogas y las salutaciones en las plazas» (versículo 43). Su gozo y orgullo por el reconocimiento de su posición fue demasiado para el humilde Maestro de Galilea. Sin duda, todos hemos conocido gente así. Sin embargo, aunque no apreciamos sus vanidades, con frecuencia no vemos defectos similares en nosotros mismos. El tercer comentario de Jesús a los fariseos contenía una imagen bastante sombría: tumbas sin marcar y desapercibidas. Dijo, «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan por encima no lo saben» (versículo 44). Los fariseos demandaban atención, pero su metodología les traía mucho menos. La hipocresía hace de todos nosotros como los muertos que yacen en tumbas anónimas e inadvertidas.

Hipócritas religiosos II

Uno de los escribas, o expertos en la ley que estaba escuchando, dijo que las fuertes palabras de Jesús insultaban a sus colegas abogados.

Esta ocasión Jesús respondió con una poderosa serie de críticas a este grupo (versículos 46-52). Dijo que cargaban a la gente con su interpretación de la ley demasiado estricta y después no levantaban un dedo para ayudarles con la carga. Dijo que eran lo mismo que sus antepasados, que habían matado a los propios profetas de Dios. Les dijo que serían considerados responsables del asesinato de esos mensajeros. También hay una advertencia aquí para nosotros, de no rechazar la Palabra de Dios cuando se nos presenta.

Las palabras finales de Jesús fueron dejadas ahí para resonar en los oídos de los escribas. Le dijo: «¡Ay de vosotros, intérpretes de la Ley!, porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis» (versículo 52).

Los expertos en la Palabra de Dios en realidad habían privado a las personas de la clave del conocimiento de Dios. Siendo esta su falla más grave.

Los expertos en la Palabra de Dios en realidad habían privado a las personas de la llave del conocimiento de Dios, siendo esta su falla más grave. El mismo tema que se suponía que debían enseñar, fracasaron en cumplirlo. La parte más importante de su papel fue ayudar a las personas a entender la Palabra de Dios, y habían tirado esa llave.

La reprensión abierta de Jesús contra los escribas y fariseos provocó una gran hostilidad. Desde entonces comenzaron a sitiar a Jesús con preguntas trucadas para atraparlo.

Este encuentro antagónico causó que Jesús advirtiera a las multitudes sobre la hipocresía de los fariseos (Lucas 12: 1-3). Dijo que no hay nada oculto que no fuera ser revelado. Cualquier cosa que hagamos eventualmente saldrá a la luz. Si es malo, no puede ser cubierto. Es una realización que ha detenido en seco a algunas personas. Saber que seremos juzgados por lo que hemos dicho y hecho es una poderosa motivación para arrepentirnos y hacer las cosas correctas en la vida.

teme a dios, no al hombre

Como Jesús llegó a decir, no debemos temer a aquellos que pueden matar el cuerpo físico, sino a Dios que está a cargo de nuestro destino final. Él tiene el poder de destruir para siempre a los que no se arrepientan. Simplemente nunca estarán a la altura del potencial que Dios desea para todos. Dios no se olvida de nadie; su cuidado por nosotros es inmenso (versículos 4-7). Sin embargo, Él no puede trabajar con aquellos que voluntariamente lo rechazan.

Jesús les dijo a sus oyentes que aquellos que tenían más miedo del hombre que de Dios no tendrían éxito. Él era el Hijo de Dios, y sus seguidores no deberían temer a los hombres. Si estuvieran dispuestos a repudiarlo delante de los hombres, serían desheredados ante los ángeles de Dios. Jesús también les advirtió, como lo había hecho antes, que hablar en contra del Espíritu Santo de Dios era una blasfemia, un pecado que no puede ser perdonado, porque es una negación del poder de Dios (versículos 8–10).

De hecho, fue el Espíritu Santo el que los ayudaría a saber qué decir cuando fueran acusados ante las autoridades religiosas. Esa fue sería razón para no temer ni caer en la tentación de negar a Jesucristo.

Llegaría el día cuando sus seguidores se encontrarían en dichas circunstancias.

las Prioridades correctas

Mientras Jesús se dirigía a una gran multitud, probablemente en Judea, alguien le hizo una petición. Un hombre dijo, «Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia» (versículo 13).

La pregunta le permitió a Jesús instruir sobre los peligros de perseguir al dios falso del materialismo. Le dijo al hombre que él no era un juez de tales asuntos. En cambio, en respuesta, se centró en evitar la avaricia, diciendo «la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (versículo 15).

Después contó una historia sobre un hombre rico cuya tierra era tan productiva que tuvo que construir nuevos lugares de almacenamiento para su riqueza. Impresionado con su abundancia, se dijo a sí mismo que ahora podía sentarse a comer, beber y ser feliz. Pero esa noche Dios le pidió su vida, y el hombre rico no pudo decir quién heredaría la riqueza que había planeado para disfrutar de sí mismo.

Dios lo llamó necio por su egoísmo. La conclusión de Jesús fue, «Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios» (versículo 21).

Los humanos no podemos agregar una sola hora a nuestras vidas con preocuparnos. Debemos aprender que Dios se encargará de todos estos asuntos físicos.

Ahora bien, los discípulos estaban a punto de escuchar algo que ya habían escuchado antes en el Sermón del Monte. Su Maestro continuó diciendo que no deberían estar demasiado ansiosos acerca de qué comer o qué ponerse. Dios cuida a las aves del cielo que no se mueren de hambre. Él viste los lirios del campo, que de hecho visten mejor que uno de los reyes más ricos de Israel, Salomón. Los humanos no podemos agregar una sola hora a nuestras vidas con preocuparnos. Debemos aprender que Dios se encargará de todos estos asuntos físicos. La prioridad, dijo Jesús, es buscar el reino del Padre, y entonces todas estas otras necesidades físicas serán atendidas. Es una cuestión de dónde están nuestras prioridades, porque donde está nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón (versículo 34).

Alistandose para el regreso de cristo

No fue solo contra el materialismo que Jesús advirtió. También dijo que no debemos ser negligentes con respecto al momento de su regreso (versículos 35-40). El materialismo puede, por supuesto, hacer que la posibilidad de su segunda venida parezca muy distante. ¿Por qué preocuparse por eso ahora? Seguramente habrá un tiempo después, la gente dice.

Dijo que deberíamos ser como sirvientes esperando que su amo regrese de un banquete de bodas. Si los encuentra esperando su regreso, vendrá y les servirá un banquete. Jesús señaló que vendrá en un momento en que no se espera de él. Entonces, debemos ser diligentes personalmente si queremos ser parte de los elegidos en ese momento.

Pedro preguntó si Jesús estaba dando esta advertencia a la multitud o a los discípulos. Jesús respondió de una manera que indicaba que los discípulos debían ser los principales destinatarios de sus palabras. Dijo que un buen sirviente proporcionaría buena comida a la familia que quedó a su cargo. No se lo encontraría golpeando a la familia, abusando de sus cargos (versículos 41-46).

De esta manera, Jesús estaba advirtiendo que aquellos que serían sus seguidores deberían preocuparse por su pueblo, no tomar ventaja de ellos. Tristemente, esta es la forma en que algunas personas se comportan cuando piensan que el regreso de Jesús puede estar muy lejos. No hay necesidad de preocuparse por eso ahora, dicen.

Jesús concluyó su advertencia de esta manera: «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Pero el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá» (versículos 47–48).

La lección es clara: somos responsables de actuar de acuerdo a lo que sabemos y de cumplir con nuestras responsabilidades de una manera piadosa. Los discípulos debían convertirse en maestros mismos, responsables de servir al pueblo de Dios y de decirles la verdad. No tenían excusa para no hacerlo.

División y Discernimiento

Jesús concluyó su discurso a la multitud con dos advertencias más: una sobre la próxima división, y la otra sobre el juicio justo.

Dijo que había venido a emitir finalmente juicio sobre la tierra, pero que vendría después de que primero muriera una muerte sacrificial. «¿Pensáis que he venido para traer paz a la tierra? Os digo: no, sino enemistad» (versículo 51).

Fue una declaración impactante, y no una en la que preferimos pensar. Suena diferente al estereotipo del amable Maestro de Nazaret, y lo es. Pero Jesucristo no siempre suavizó las cosas. A veces, seguir el camino del Padre significa que habrá separación, incluso dentro de las familias. Es inevitable que en un mundo de compromisos con el mal, aquellos que defienden la verdad y la practican se separen de quienes no la tienen.

La advertencia final de Jesús fue para aquellos que se negaron a discernir los tiempos. Le dijo a su audiencia que podían predecir las condiciones climáticas al mirar el cielo, o medir las direcciones del viento pero al parecer era incapaz de ejercitar el discernimiento sobre las condiciones turbulentas que los rodeaban.

Simplemente no hacían lo correcto, y sufrirían como resultado.

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