Un Cambio de Gobierno

Es la última semana de la vida de Jesús en la tierra. Después de sortear las trampas fijadas por los líderes religiosos de la época, responde preguntas sobre el fin del mundo.

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(PARTE 17)

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Mientras más pasaba el tiempo en la semana anterior a la Pascua final de Jesús, cuanto más los líderes religiosos trataban de acorralarlo. Tal vez pudiera ser atrapado al decir algo ilegal.

Dos grupos—los fariseos y los herodianos—quienes dentro de lo normal no harían alianza, vinieron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres amante de la verdad y que enseñas con verdad el camino de Dios, y no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Está permitido dar tributo a César, o no?» (Mateo 22: 16–17).

Sin embargo, Jesús conociendo la maldad de ellos, les dijo: «¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo». La moneda tenía la cabeza del Cesar grabada. Así que Jesús continuó: «Dad a Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios» (versículos 18–21). Con esto los calló.

El mismo día otro grupo religioso, los saduceos, le probaron con una pregunta a cerca de la resurrección. Lo invitaron a dar su opinión sobre lo que le sucedería a una mujer que se casó con siete hermanos en sucesión. Después de todo, de acuerdo con la ley de Moisés, era una posibilidad teórica cuando un hombre moría sin heredero. Estos le preguntaron: «En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?» (Lucas 20:27–33).

Fue interesante que los saduceos preguntaran acerca de la resurrección, porque no creían en ello. Jesús les mostró que no conocían las Escrituras ni el poder de Dios y, por lo tanto, estaban equivocados en su entendimiento. Les enseñó que en la resurrección, la gente no se casará ni se dará en matrimonio. Corrigiendo su punto de vista erróneo, Jesús citó el libro del Éxodo, donde Dios le habló a Moisés, diciendo: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob». Añadió: «¡Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos! Así que vosotros mucho erráis» (Marcos 12: 24–27). Una vez más la gente se quedó sin hablar, debido a sus explicaciones.

Después un fariseo le preguntó: «Maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento en la Ley?» Jesús le dijo que hay dos grandes mandamientos de los que depende toda la Ley. El primero es «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». Dijo: «Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’». Después agregó: «De estos dos mandamientos depende toda la Ley y los Profetas» (Mateo 22:35–40).

El fariseo estaba impresionado. Jesús notó que el hombre había entendido bien y le dijo: «No estás lejos del reino de Dios» (Marcos 12:34).

Después de esto, nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Jesús luego dirigió la discusión a la relación entre Cristo y David. Notando que en el libro de los Salmos David llama a Cristo 'Señor', Jesús preguntó cómo Cristo podría ser el hijo de David. (Lucas 20:41–44).

Este fue el tipo de pregunta desconcertante que deleitó a la multitud y silenció a los líderes religiosos.

Este fue el tipo de pregunta desconcertante que deleitó a la multitud y silenció a los líderes religiosos. Fue una oportunidad para que Jesús explicara a la gente que, si bien los escribas y los fariseos tenían autoridad eclesiástica, no debían ser seguidos en su hipocresía. Dijo: «Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres» (Mateo 23:1–5a).

Comentó sobre sus mantos y el deseo de reconocimiento en las calles y por los asientos más importantes en la sinagoga y en los banquetes. Añadió que estaban demasiado preocupados con el dinero y la apariencia, diciendo: «Estos recibirán mayor condenación» (versículos 5b–7; Lucas 20:46–47).

Jesús enseño que a los hombres no se les debe dar títulos como «Rabí», pues solo Cristo es el Maestro. Ni tampoco debemos llamar a nadie en la tierra «Padre», puesto que solo tenemos un Padre en el cielo. Ni ser llamados en reverencia «Maestro», pues solo tenemos un maestro, Jesucristo, quien enfatizó la humildad entre los líderes (Mateo 23:8–12).

A continuación, Jesús expresó su disgusto por los escribas y fariseos con siete declaraciones que comienzan con la interjección ay. Jesús los caracterizó como hipócritas, guías ciegos, insensatos, fariseos ciegos, sepulcros blanqueados, serpientes y víboras. Esta es la acusación más poderosa a la jerarquía religiosa registrada en todo su ministerio.

De la misma Jerusalén, Jesús dijo que los habitantes habían matado a los profetas y apedreado hasta la muerte a los que Dios había enviado. Dijo que había anhelado juntar a los hijos de Jerusalén, pero no habían querido. Ahora la ciudad quedaría desolada y no volverían a verlo hasta que pudieran decir: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (versículo 39), una referencia a su segunda venida.

Estando Jesús sentado observaba a los ricos depositando sus dones en el tesoro del templo, también notó que una pobre viuda ponía dos monedas de cobre muy pequeñas por un valor menor a un centavo. Le dijo a sus discípulos: «De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca, porque todos han echado de lo que les sobra, pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento» (Marcos 12:41–44).

Era una condena del liderazgo religioso rico, corrupto e hipócrita, que de hecho estaba cargando a los pobres para que dieran más de lo que podían pagar.

¿el fin del mundo?

Al salir Jesús del templo, sus discípulos llamaron su atención hacia la majestuosidad de la herodiana Jerusalén. Era una ciudad construida al estilo romano como un tributo por la casa de Herodes a sus caciques imperiales.

Uno de sus discípulos le dijo: «Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!» Evidentemente Cristo no estaba impresionado con la aparente permanencia de los edificios. Sabiendo lo que le esperaba a Jerusalén en un futuro cercano, dijo: «¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada» (Marcos 13:1–2).

Al llegar al Monte de los Olivos, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron en privado: «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?» (Mateo 24:3, Versión Reina-Valera 1960).

Sabían que Cristo regresaría como Rey de reyes y Señor de señores. Pero la pregunta era, ¿cuándo sucedería eso? No podían evitar pensar que la predicción de Jesús sobre la destrucción del magnífico templo de Jerusalén y sus alrededores vendría solo cuando el mundo como ellos lo conocen terminaría.

Jesús les dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo y a muchos engañaran». Jesús primero dio una advertencia de que muchos vendrían reclamando su posición como el Mesías y el Señor de los señores, y engañarían a muchos (versículos 4–5, Reina-Valera 1995).

¿Qué quiso decir Cristo cuando dijo que debemos tener cuidado con aquellos que dicen «Yo soy el Cristo»?

Ahora bien, la mayoría de la gente no es embaucada por los ilusos religiosos quienes piensan que son Cristo. Cuando vemos dichas personas o escuchamos sus aseveraciones, concluimos que están engañados. Así que, ¿qué quiso decir cuando dijo que debemos tener cuidado con aquellos que dicen «Yo soy el Cristo»?

El siglo pasado Hitler, Pol Pot y Mao Zedong todos creían que podían resolver los problemas de su nación. Cada uno creía que era el ungido para resolver todos los problemas de su pueblo. En una falsificación de lo que Jesucristo hará a su regreso, Adolf Hitler comenzó lo que dijo sería un Reich de 1,000 años. Mussolini fue más allá, declarándose el gran Legislador, el Superhéroe. Estos hombres y otros como ellos a través de los siglos han engañado a muchos con sus pretenciosas e infladas afirmaciones de omnipotencia.

Es como Cristo dijo que sería. Lo que han hecho en su locura es intentar usurpar el papel futuro de Cristo de gobernar el mundo en paz y armonía. Únicamente hay un solo Mesías. Él vino una vez, y aún está por venir para establecer el reino de Dios en esta tierra.

Señales de los Tiempos

Jesús continuó su respuesta a la pregunta de los discípulos acerca del tiempo y la evidencia de su regreso y el fin de la era, advirtiéndoles que no temieran a cada guerra y revolución que suceda. Dijo que tales cosas tendrían que ocurrir en el curso de los eventos. No necesariamente significa que el final de la era es inminente. De hecho, dijo, «tales cosas deben suceder, pero el final está por venir» (versículo 6).

Dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino; habrá grandes terremotos y, en diferentes lugares, hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo» (Lucas 21:10–11).

También habrá persecución de creyentes. Le dijo a sus seguidores: «Pero cuidad de vosotros mismos, porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos» (Marcos 13: 9). No debían preocuparse por qué decir bajo tales circunstancias. El Espíritu Santo los ayudaría en ese momento. Pero el final de la era todavía no habría llegado.

Lo siguiente que mencionó Jesús fue que incluso los miembros de la familia se traicionarían mutuamente en la progresión hacia el final de la era del dominio humano. Dijo aún más: «Seréis odiados por todos por causa de mi nombre, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas» (Lucas 21:16–19).

También advirtió que habría un incremento de falsos profetas, engañando a muchos con sus predicciones y enseñanzas. Después el afecto natural por cada uno comenzaría a fallar en un despliegue de inmoralidades y maldad.

Pero las buenas nuevas del reino venidero de Dios serían anunciadas en todo el mundo como la única esperanza para una solución a los problemas de la humanidad. Entonces, Jesús dijo, que vendría el final del mal gobierno humano.

¿Existe alguna crisis tan abrumadora que acabará con el mundo? En este día de catástrofes creadas por el hombre y predicciones de fatalidad ecológica, no es un pensamiento desconocido.

Los discípulos le hicieron a Jesús una pregunta que ha resonado desde entonces. En cierto sentido, es una de las preguntas fundamentales: ¿cuándo terminará esta era del hombre? La gente ha hecho la pregunta de otras maneras, como «¿Está por acabarse el mundo?» y «¿Existe alguna crisis tan abrumadora que acabará con el mundo?» En este día de catástrofes creadas por el hombre y predicciones de fatalidad ecológica, no es un pensamiento desconocido.

la desolacion de Jerusalen

A continuación Jesús dio algunos detalles sobre eventos en el Medio Oriente antes de su regreso. Estas no son términos generales. Según Marcos escritor del Evangelio, Jesús dijo: «Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes» (Marcos 13:14, Reina-Valera 1995).

El Evangelio de Mateo registra casi las mismas palabras, mientras que Lucas se refiere solo a los ejércitos que rodean Jerusalén y menciona que la desolación de la ciudad está cerca. La misma palabra griega para «desolación» se usa tanto para la abominación como para los ejércitos. Esto lleva a pensar que son los ejércitos que rodean Jerusalén los que son la abominación. Otra explicación es que o bien un ídolo o una persona se establece en un lugar sagrado en Jerusalén, por lo que el lugar está desolado por su presencia.

Sin embargo, también debemos ser conscientes de que el libro del profeta Daniel tiene algo que decirnos sobre estos asuntos. El libro proporciona mucha información profética sobre la profanación del templo en Jerusalén en el año 167 a.C. por el impredecible rey de Siria, Antíoco Epífanes. Así que en las mentes de sus biógrafos, Jesús estaba haciendo una conexión entre el relato de Daniel sobre la historia profética de Jerusalén y lo que aún ocurrirá allí.

Antíoco había establecido un altar a Zeus sobre el altar del holocausto en el templo. Había ido tan lejos como hasta en sacrificar un cerdo en ese altar. (El cerdo es, por supuesto, uno de los animales inmundos enumerados en la Biblia). De esta manera profanó los recintos del templo. Esta fue la abominación original de la desolación.

Algo similar sucedería de nuevo, ya que Antíoco era un tipo profético de un futuro anticristo. En el año 70 d.C. los ejércitos romanos destruyeron el templo y gran parte de la Jerusalén herodiana. En 135 el emperador romano Adriano comenzó la reconstrucción de Jerusalén como una ciudad helenística y gentil, llamándola Aelia Capitolina. Él instaló una estatua de sí mismo en el Monte del Templo.

Todavía hay un tercer cumplimiento de la abominación de la desolación por venir, porque la figura final del anticristo estará viva en el momento de la Segunda Venida.

Un asunto de sobrevivencia

Cuando Jesús habló de estos asuntos, estaba dando detalles basados en una profecía previamente cumplida que también tendrá un cumplimiento futuro. Cuando estas cosas comiencen a suceder, Jesús dijo que aquellos en Jerusalén deberían huir por sus vidas a las montañas. Esas montañas están al otro lado del río Jordán. La historia registra que los primeros cristianos huyeron a Pella, ahora en el norte de Jordania, justo antes de la destrucción de Jerusalén por el año 70 d.C. La ciudad estaba rodeada de ejércitos, legiones romanas, y ciertamente quedó desolada. Habrá un momento futuro en el que los habitantes deberán abandonar la ciudad para su propia supervivencia.

Mirando hacia el cumplimiento final, Jesús dijo: «Pero ¡ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado» Continuó para decir que no habrá peor época dentro de la historia humana, «porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados» (Mateo 24:19–22). Afortunadamente esos días serán acortados con la propia intervención de Dios, pues actuara para preservar de la extinción a la vida humana.

La gente quiere saber, ¿cuál es el signo de Su venida? Aquí está la propia respuesta de Cristo.

En ese tiempo habrá falsos profetas que dirán que Cristo ya ha regresado. Pero van a estar equivocados, porque su regreso será muy evidente para todos, no es un secreto. Como lo dijo: «porque igual que el relámpago sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre» (versículo 27). La gente quiere saber, ¿cuál es el signo de Su venida? Aquí está la propia respuesta de Cristo. Será como un rayo que destella en el cielo. Será precedido por sucesos sorprendentes en los cielos y en la tierra. Observe esta descripción: «Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas» (Lucas 21:25).

Entonces finalmente la humanidad verá la señal que muchos han buscado. Jesús dijo: «Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, y todas las tribus de la tierra harán lamentación cuando vean al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro» (Mateo 24:30–31).

Así, pues, fue la amplia y específica respuesta de Jesús de cuando vendría el fin y cómo regresaría.

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