¿María? ¿Cuál María?
Aunque abundan los libros que hablan de la relación de María Magdalena con los apóstoles y con Jesucristo, en ellos rara vez se hace referencia a la manera en que los autores determinaron que la literatura antigua que citan en realidad se refiere a María Magdalena y no a cualquier otra María.
Karen King es una de las principales académicas que estudian a Magdalena. Como señala en una nota al pie en su libro, El Evangelio de María de Magdala: Jesús y la primera apóstol (2003), la identidad de María se basa en una suposición. Carl Schmidt, uno de los primeros editores de Pístis-Sofía (Fe-Sabiduría), un texto gnóstico del siglo IV descubierto en Egipto a finales del siglo XVIII, concluyó que cualesquiera referencias no calificadas a «María» se referían a Magdalena y no a la madre de Jesús o a otra María. Su suposición se ha transferido de manera automática a otras referencias no calificadas de María tanto en el Evangelio de María Magdalena como en la literatura gnóstica encontrada tiempo después en Nag Hammadi. Es a partir de ello que los escritores actuales elaboran sus afirmaciones respecto a la relación de María Magdalena con Jesús.
El problema es que, entre todos estos textos ajenos a los bíblicos, sólo el Evangelio de Felipe identifica a María como la Magdalena. Fuera de ese único texto es imposible encontrar una relación definitiva.
En el Nuevo Testamento, el nombre «María» se refiere a diferentes personas, aunque el nombre deriva de dos grafías diferentes de un nombre griego: Maria y Mariam. Estas variaciones se utilizan de manera intercambiable para cualquiera de las Marías mencionadas: a la madre de Jesús se le llama Mariam 14 veces y Maria 5 veces, mientras que a María Magdalena se le llama Maria 10 veces y Mariam 4 veces. Podemos saber de qué María se trata por el contexto o por la adición de términos tales como «madre de Jesús» o «Magdalena».
En la literatura gnóstica ambos nombres aparecen más al azar. A esto se suma el hecho de que aparece una tercera grafía: Mariamme y, casi sin excepción, no se proporciona identificación o contexto adicional con el cual identificar a la María en cuestión. En particular, en el Evangelio de María Magdalena no aparecen en ninguna parte las palabras Magdalene y Magdala. Es por eso que algunos especialistas han discutido la idea de Schmidt y han afirmado que la María de Pístis-Sofía en realidad es María, la madre de Jesús, pero no hay un consenso en cuanto a cualquiera de las interpretaciones.
Hoy en día muchos especialistas parecen conformarse con otra opción: no se identifica a ninguna María en particular porque se utiliza el mismo nombre como un recurso literario para describir a una María compuesta. Si ése es el caso, el identificar a María como María Magdalena es obviamente inapropiado. La misma King observa que el enfoque tradicional de combinar a las diferentes figuras de María es «un hecho que debería inclinarnos a considerar a estas Marías como retratos literarios y no como figuras históricas».
Con todo esto en mente, es sorprendente que King dé a su libro el título María de Magdala. Parece muy engañoso a menos que, por supuesto, exista otra cuestión.
Dada la preferencia gnóstica de fusionar ideas de diferentes religiones, quizá no se debería buscar la identidad de María en las páginas de la Biblia, sino en las páginas de la mitología griega. De hecho, la María Magdalena transmitida al mundo por los gnósticos y más tarde por los católicos romanos tiene un sorprendente parecido con Helena, la compañera de Simón el Mago.