Mentir o no mentir
En el primer episodio de la serie de ciencia ficción Dune: Prophecy, un personaje que imparte una clase acerca de la mente humana explica que la mayor arma de la humanidad es la mentira. «Los seres humanos dependen de la mentira para sobrevivir», afirma. A medida que el programa avanza, surge un tema central: como los humanos están dispuestos a engañar, no son de fiar y por eso resultan impredecibles. Esta impredecibilidad crea la oportunidad de aprovecharse de los demás, de tomarlos desprevenidos, sin la debida preparación.
«Nada nuevo es esto», se podría decir. La propensión humana al engaño para obtener poder sobre los demás es una constante a lo largo de la historia.
Desde un punto de vista bíblico, la naturaleza humana es ciertamente proclive al engaño, perversa y difícil de comprender. Tal como lo expresara uno de los antiguos profetas hebreos: «La mente es más engañosa que cualquier otra cosa: ¡está incurablemente enferma! ¿Quién puede entenderla?» (Jeremías 17:9, Versión Biblia Libre). Siglos más tarde, nada había cambiado al respecto; uno de los Evangelios recoge la enseñanza de Jesús de que el engaño es uno de los males que nos contaminan (Marcos 7:21-23).
Puede que esa contaminación se profundice porque la mentira tiene un aspecto progresivo. Una mentira lleva a otra, convirtiéndose finalmente en un comportamiento arraigado. Y lo que es peor, cuando un mentiroso persistente dice la verdad, es posible que no se le crea. Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos y principal autor de su Declaración de Independencia, escribió sabiamente: «Quien se permite decir una mentira una vez, encuentra mucho más fácil hacerlo una segunda y tercera vez, hasta que al final se le hace habitual; dice mentiras sin reparar en ello, y verdades sin que el mundo le crea. Esta falsedad de la lengua lleva a la del corazón, y con el tiempo deprava todas sus buenas disposiciones».
¿Hablaba Jefferson solo de política? Probablemente no, aunque parece que, sobre todo en la vida política, la mentira es moneda corriente. Para llegar al poder, se hacen muchas promesas cuyo cumplimiento nunca se pretende; son falsedades desde el mismo principio.
«El que habla verdad declara justicia; Mas el testigo mentiroso, falsedades».
La gente miente por orgullo; para obtener poder, estatus, prestigio, riqueza; para evitar la inseguridad; para ganar lo que no es suyo; para encubrir sus engaños. A la luz de todas estas posibilidades, ¿puede una relación humana mantenerse durante mucho tiempo cuando la mentira se convierte en práctica habitual?
Otro conocido profeta lamentó la condición de su sociedad cuando escribió sobre el destino de la verdad y sus preocupantes consecuencias. Dijo: «Nuestros tribunales se oponen a los justos, y no se encuentra justicia por ninguna parte. La verdad tropieza por las calles y la honradez ha sido declarada ilegal. Sí, la verdad ha desaparecido y se ataca a todo el que abandona la maldad» (Isaías 59:14-15, Nueva Traducción Viviente). Cuando la honradez en los tratos humanos se erosiona y al final nadie puede confiar en nadie, no se puede alcanzar la justicia, las formas correctas de actuar se convierten en un sueño lejano y la equidad queda excluida. La sociedad está al borde del colapso.
Un modelo de 2013 describe cómo puede fracasar la civilización industrial global en cinco etapas descendentes. El ingeniero ruso-estadounidense Dmitry Orlov cataloga estas etapas como financiera, comercial, política, social y cultural. En la quinta y última etapa, «se pierde la fe en la bondad de la humanidad». La gente, escribe Orlov, pierde su capacidad de mostrar «bondad, generosidad, consideración, afecto, honestidad, hospitalidad, compasión, caridad». En otras palabras, prevalece el engaño, y todo lo que depende de la confianza, la verdad y la honestidad se derrumba junto con toda la estructura social.
Según la profesora de la serie de ciencia ficción a la que nos hemos referido antes, la mayor arma de la humanidad es la mentira. Pero, en realidad, sería más preciso decir que esta es una de las mayores amenazas existenciales de la humanidad. ¿Qué podemos hacer para evitar el colapso que prevé Orlov? La sabiduría antigua nos dice que la renovación espiritual invierte la perversidad de la naturaleza humana. Otro profeta hebreo, Zacarías, lo expresó así: «Lo que ustedes deben hacer es decirse la verdad, y juzgar en sus tribunales con la verdad y la justicia. ¡Eso trae la paz! No maquinen el mal contra su prójimo, ni sean dados al falso testimonio» (Zacarías 8:16-17, Nueva Versión Internacional).
Si aceptáramos seguir estos consejos, ¡qué mundo tan distinto sería este!