Opresión y Verdadera Justicia
Encontrar justicia es una preocupación válida cuando se trata de intimidación y sus efectos nocivos. Con tantas variables situacionales e ideas distintas sobre la justicia, a veces parece que sólo surgen más preguntas. ¿No es cierto que el mundo natural nos enseña que la ley del más fuerte y que la supervivencia es para los más aptos? Ahora, si la respuesta de la naturaleza se queda corta, ¿quién verá que se haga justicia? ¿Se le puede llamar justicia cuando por su propia mano el débil se levanta para tomar cartas en el asunto contra el agresor? Curiosamente, de todas estas preguntas relacionas, la Biblia habla y nos da consejos sobre los agresores, la intimidación y la justicia.
«No oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano [p. ej. El ser humano]» (Zacarías 7:10).
No sólo es la opresión de aquellos que podrían ser más débiles o menos afortunados un delito, es una ofensa contra Dios mismo: «El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; Mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra» (Proverbios 14:31).
¿Quién defenderá la causa de los débiles y de otros blancos en potencia de ser agredidos? «A ninguna viuda ni huérfano afligiréis [p.ej. a aquellos indefensos]. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá» (Éxodo 22:22–24).
La verdadera justicia significa tomar una posición para ayudar a los necesitados, ayudar a los menos afortunados, y defender a los que no tienen a nadie que los defienda. Dependiendo de la situación, el apoyo puede ser ofrecido por un individuo, un grupo o una autoridad reconocida. Sin embargo, esto no significa que la Biblia aboga por las víctimas que toman el asunto en sus propias manos: No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor». Por lo tanto, «si nuestro enemigo tiene hambre, démosle de comer; si tiene sed, démosle de beber.… No permitamos que nos venza el mal. Es mejor vencer al mal con el bien» (Romanos 12:19–21, ESV).
Se necesita una mano firme pero gentil tanto para la víctima como para el agresor. Este es el tipo de justicia por el que la Biblia aboga.