Una mujer virtuosa
Los 22 versículos finales del capítulo 31 del libro de Proverbios presentan un poema acróstico en el que cada versículo comienza con una letra sucesiva del alfabeto hebreo. Este poema contiene el sabio consejo de una madre a su hijo, un rey llamado Lemuel. Ella le describe lo que debería estar buscando en una posible esposa. La madre de Lemuel describe a una mujer virtuosa, una que cualquier madre estaría encantada de ver a su hijo casarse.
Esta mujer es una joya. Se le confía (versículo 11) que hará lo correcto, ya fuere evaluando y comprando una propiedad (versículo 16), comprando y vendiendo mercancías (versículos 14 y 24), administrando los empleados del hogar (versículos 15 y 27), supliendo por las necesidades de su familia (versículos 15 y 21), o ayudando al pobre y al menesteroso (versículo 20). Es una persona laboriosa (versículos 13, 15, 17–19, 22). Es una persona con fortaleza interna (versículo 25), sabia y compasiva (versículo 26).
Aunque este retrato describe a una mujer idealizada cuyas características serían difíciles de estar a la altura para cualquier persona, mujer u hombre, dice mucho sobre el ideal bíblico para la sociedad. Cuidar de su familia y apoyar al marido es su enfoque principal, Pues ni su marido ni la sociedad en la que vive la restringen en hacer uso de sus muchas habilidades. Ella es capaz de servir a su familia y otros porque las normas culturales y legales de la sociedad le dan la libertad para funcionar en áreas que muchas sociedades, aún hoy en día, prohíben que las mujeres participen.
Si bien pocos individuos pueden estar a la altura de este estándar idealizado, aún menos sociedades a lo largo de la historia han otorgado a las mujeres las oportunidades y la libertad para hacerlo. El ideal bíblico presentado en Proverbios 31 indica que las normas culturales que el Creador estableció para Su pueblo eran mucho más progresivas de lo que muchos creen.
La Biblia cuenta que Dios creo al hombre y la mujer a semejanza Suya (Génesis 1:27). La primer mujer, Eva, se le describe que fue creada de una costilla de Adán, no como una subespecie, sino como una persona de talentos y habilidades comparables (Génesis 2:18). En el matrimonio, se le instruye a la mujer a someterse a la autoridad de su esposo (1 Pedro 3:1), Pero en el siguiente aliento se le ordena al marido que la trate con comprensión y que la honre como alguien que tiene el mismo potencial para la vida eterna—«coherederas de la gracia de la vida», como lo expresó el apóstol Pedro (versículo 7).
El modelo bíblico para la sociedad es de estructura patriarcal, aunque poco tiene en común con los patriarcados egoístas, indiferentes y dominados por hombres que este mundo ha producido a lo largo de la historia. Más bien, el modelo bíblico refleja el propio carácter amoroso de Dios. Un marido debe amar a su esposa tanto como a él mismo, y la esposa debe respetar a su marido (Efesios 5:33). Una sociedad con esto en sus cimientos no establece una multitud de reglas que restringen a las mujeres en cada punto de la brújula.
Algunas parejas afortunadas han tenido éxito trabajando en la clase de armonía amorosa y respeto que implica Proverbios 31, pero lamentablemente nunca se ha convertido en la norma social que la Biblia nos dirige a seguir.