Difundiendo la Palabra
Luego de que hicieran callar a Juan el Bautista, el ministerio de Cristo comienza con una revelación en privado de quién es Él.
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(PARTE 2)
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Al continuar con nuestro análisis de los Evangelios y su relevancia para el mundo del siglo XXI, viajamos ahora a Maqueronte en lo que hoy es Jordania, hasta una antigua fortaleza en la cima de un monte, en el lado oriental del Mar Muerto. Éste podría parecer un lugar poco probable para continuar nuestro estudio sobre Jesús de Nazaret, especialmente cuando no hay pruebas de que Jesús haya ido alguna vez allí. Maqueronte fue una de las poderosas fortalezas de defensa de Herodes, aunque todo lo que queda de ella en la actualidad son los esbozos de algunas habitaciones. Sin embargo, en ese lugar, en el siglo primero, se encontraba un palacio con paredes enyesadas, pisos de mosaico y un extenso sistema de suministro de agua y alimentos.
Ese palacio también fue la prisión de Juan el Bautista, quien, como observamos en la Parte 2 de esta serie, había criticado a Herodes Antipas, uno de los hijos del hombre que construyó la fortaleza de Maqueronte.
Y es aquí donde hacemos la conexión con Jesús de Nazaret. Lo que sucedió en la fortaleza con vista hacia el Mar Muerto jugó un papel importante en el inicio del ministerio de Cristo. Juan el Bautista, el precursor de Jesús, había hablado claramente acerca de la maldad de Herodes Antipas, e incluso se había inmiscuido en la vida personal de Herodes con sus críticas, diciéndole al gobernante que no tenía ningún derecho a robar la esposa de su medio hermano Felipe. Así que Herodes había encarcelado a Juan en Maqueronte.
No obstante, de acuerdo con el historiador judío Josefo, fueron las sospechas de Herodes las que condujeron al encarcelamiento de Juan. Al parecer, temía a la popularidad de Juan con el pueblo y pensaba que Juan podía iniciar una rebelión en su contra.
AGUA DE VIDA
El autor del evangelio de Marcos nos dice que cuando Jesús escuchó que se habían silenciado las predicaciones de Juan, Él fue a Galilea a predicar sobre el evangelio del reino de Dios, comenzando así su propio ministerio de tres años y medio (Marcos 1:14-15).
En su camino desde Judea, Jesús pasó por Samaria y se detuvo en un famoso pozo que llevaba el nombre del patriarca Jacob. Una mujer se acercó a sacar agua y Jesús le pidió que le diera de beber (Juan 4:4-7).
Ahora, los judíos y los samaritanos eran enemigos por tradición, pues los judíos menospreciaban a sus vecinos del norte como un pueblo tribal y religiosamente inferior. La mujer quedó desconcertada al ver que un judío le pedía de beber a una samaritana; después de todo, eso lo haría ritualmente impuro.
Jesús le explicó que, de haberlo reconocido, ella le hubiera pedido agua de vida. Al invitarla a cierto entendimiento espiritual, Jesús la involucró en una conversación que revelaba quién era y Su capacidad para ver dentro del corazón humano.
Resultó, entonces, que la mujer había tenido cinco maridos y ahora estaba viviendo con un hombre que no era su esposo. Jesús percibió todo esto e impresionó a la mujer al decírselo, lo cual hizo que la mujer se diera cuenta de que Jesús tenía un discernimiento especial, y que quizás era un profeta (versículos 9-19).
Fue la primera vez que Jesús decía abiertamente quién era; sin embargo, no se lo dijo a su propio pueblo, sino a una mujer samaritana.
Jesús, en cambio, pudo explicarle que la religión samaritana era un error y que Él, de hecho, era el Mesías que había de venir. Sobra decir que se trató de una asombrosa revelación. Fue la primera vez que Jesús decía abiertamente quién era; sin embargo, no se lo dijo a su propio pueblo, sino a una mujer samaritana. Eso es un tanto cuanto irónico, debido a que ella y su ciudad llegaron a reconocerlo como «el Salvador del mundo» (versículos 39-42), mientras que algunos de los suyos no lo reconocieron.
LUZ QUE RESPLANDECE
A partir de aquí comenzamos a seguir las huellas de Jesús alrededor de Galilea. Centraremos nuestra atención en el corazón de las enseñanzas éticas y morales de Jesús que encontramos en algunos de los pasajes más sobresalientes del Nuevo Testamento. Se trata de algunas de las grandes verdades grabadas en nuestra herencia cultural occidental, aunque, al parecer con demasiada frecuencia, desconocemos sus orígenes o la idea que yace detrás de ellas. En esta serie acerca de los primeros cristianos estamos decididos a redescubrir esas verdades universales.
Probablemente habrá notado que en estos días existe un renovado deseo de encontrar valores bajo los cuales vivir. Se ha hecho un llamado a restablecer los principios básicos de la sociedad occidental. En nuestras escuelas, colegios y universidades, se lleva a cabo una búsqueda de normas éticas, las auténticas raíces de nuestra civilización y los valores que afirma tener.
Fue en Capernaum, al extremo norte del Mar de Galilea, que Jesús estableció su residencia cuando la población de su ciudad natal, Nazaret, rechazó Su misión. La pequeña aldea de pescadores se convirtió en la base de Su obra de enseñanzas y curaciones.
La ubicación de Capernaum en Galilea la colocaba en el territorio que en tiempos antiguos estuvo poblado por las tribus israelitas de Zabulón y Neftalí. El autor del Evangelio de Mateo nos dice que la llegada de Jesús a Capernaum cumplió una promesa del Antiguo Testamento. En referencia a Jesús, Mateo cita lo siguiente del profeta Isaías: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció» (Mateo 4:13-16).
De acuerdo con Mateo, la luz que resplandeció fue, por supuesto, Jesús y la verdad que traía consigo a Galilea y al mundo. Mateo empleó la cita de Isaías para mostrar a su audiencia judía cierto respaldo bíblico para la misión de Jesús.
Pero ¿por qué Jesús se concentró en Galilea? ¿Por qué fue el centro de Su obra? ¿Por qué regresó a Galilea desde Judea una vez que escuchó que Juan el Bautista estaba en prisión?
Galilea se encontraba en las rutas de las caravanas que viajaban entre el Mediterráneo y Damasco y Oriente. Era una parada a lo largo del camino para los extranjeros o gentiles que iban y venían con sus cargas exóticas. Es probable que Galilea tuviera una apertura intelectual que permitiría florecer a las enseñanzas de Jesús, y la atmósfera multicultural de Galilea significaba que las noticias sobre las actividades de Jesús se propagarían por todo lo largo y ancho.
PESCADORES DE HOMBRES
En tiempos romanos, las aguas dulces del Mar de Galilea permitían un oficio lucrativo a través de la pesca. No es de sorprender, entonces, que entre los primeros seguidores de Jesús se encontraran diversos pescadores. Sus nombres son familiares: los hermanos Andrés y Simón Pedro, y los hijos de Zebedeo, Jacobo y Juan.
Estos cuatro jóvenes eran socios en el negocio de la pesca. Aunque ya habían escuchado de Jesús por algún tiempo, aún no se habían unido a Él sin reservas, pero no necesitaron que los convencieran más de ser Sus discípulos luego de que Él los dirigió, al parecer milagrosamente, hacia una enorme pesca.
El Evangelio de Lucas nos dice que un día Jesús se encontraba caminando junto al Mar de Galilea y que al ver a Simón le preguntó si podía llevarlo en su bote. Ya un poco aguas adentro, Jesús pudo hablar más fácilmente a las multitudes, pues Su voz era transmitida por el agua. Simón había escuchado antes las enseñanzas de Jesús, pero ahora tenía la oportunidad de escucharlo de nuevo en la paz y quietud de los alrededores del lago.
Cuando Jesús terminó su predicación, le pidió a Simón que se adentraran aún más en el lago y que echara su red para tener una gran pesca. A pesar de no haber pescado nada en toda la noche, se nos dice que Simón y sus hombres inmediatamente atraparon tantos peces que su bote estuvo en peligro de hundirse, y no sólo su bote, pues Simón tuvo que llamar a Jacobo y Juan para que los ayudaron, y ellos recogieron tantos peces que también estuvieron en peligro (Lucas 5:1-7).
¿Qué lección obtuvieron de esta inusual experiencia? El mensaje de Jesús hacia los pescadores fue simple: No teman; de ahora en adelante pescarán no sólo peces, sino una abundancia de hombres y mujeres para el reino de Dios.
La experiencia fue lo suficientemente dramática como para convertirse en un momento decisivo para aquellos primeros discípulos, quienes inmediatamente dejaron sus ocupaciones y se convirtieron en participantes de tiempo completo en la obra de Jesús. Fue una decisión que los llevaría por toda la Palestina romana y más allá. El suyo era, por supuesto, un territorio conocido, pero lo que aprenderían de Jesús era algo totalmente nuevo y desconocido.
HABLANDO CON AUTORIDAD
Al parecer Jesús acostumbraba enseñar en una u otra sinagoga el día de reposo. En Capernaum, un centurión romano temeroso de Dios había construido una sinagoga para los judíos. El hombre era tan querido que cuando su sirviente se enfermó, los ancianos judíos llamaron a Jesús para que lo ayudara.
La sinagoga de Galilea más mostrada a los visitantes de Tierra Santa que acuden para caminar por donde Jesús anduvo es una construcción del siglo tres o cuatro. En sus cimientos se encuentran las bases de basalto de color negro de un edificio más antiguo… quizá la sinagoga original que Jesús conoció.
Sin embargo, para tener una mejor idea de cómo era una sinagoga del siglo primero, uno tendría que ir al otro lado del Mar de Galilea, a los Altos del Golán. Se encuentra en un área un tanto remota, pero es un buen lugar para experimentar cómo era donde Jesús hablaba en los días de reposo.
En Gamla se encuentran las ruinas de la que se considera una sinagoga construida de piedra gris oscuro, la cual es característica de toda la población. Gamla fue destruida después de un espantoso sitio de los romanos, ocurrido quizá en algún momento entre los años 67 y 70 d.C. Jesús hablaba en edificios sencillos, quizá como el de Gamla, sorprendiendo a Su audiencia porque enseñaba con una inusual autoridad.
A diferencia de Sus contemporáneos, Jesús no citaba a otros para apoyar Sus palabras. Simplemente mostraba los principios bíblicos de la Ley y los Profetas, y detallaba sus enseñanzas con analogías de la vida diaria.
A diferencia de Sus contemporáneos, Jesús no citaba a otros para apoyar Sus palabras. Simplemente mostraba los principios bíblicos de la Ley y los Profetas, y detallaba sus enseñanzas con analogías de la vida diaria.
En la sinagoga del siglo primero, los rabinos judíos generalmente enseñaban desde una silla. Si Jesús hablaba desde el centro de la habitación, habría tenido mucho mayor contacto con la audiencia que en las sinagogas e iglesias de la actualidad.
Por lo general, Jesús habría leído los rollos de las Escrituras conservadas en la sinagoga y luego haría comentarios sobre ellos. Al parecer se trataba de un impresionante orador, y no sólo los adoradores habituales estaban atónitos por Su autoridad, sino que incluso aquellos mentalmente perturbados por los espíritus gritaban al reconocerlo.
Lucas nos dice que un día, mientras se encontraba en la sinagoga de Capernaum, se encontró a un hombre así, afligido con lo que en la actualidad algunos llamarían un trastorno de personalidad múltiple. En el caso de este hombre, el espíritu de sus diversas personalidades habló repentinamente y dijo: «¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios» (Lucas 4:31-34).
¿Y cuál fue la respuesta de Jesús? Simplemente le ordenó al espíritu que se marchara para que el hombre pudiera recuperar rápidamente su sanidad.
Fue un acontecimiento extraordinario que causó gran agitación y difundió la reputación de Jesús en todos los alrededores de la región de Galilea. Un hombre que pudiera domar a un espíritu conflictivo era verdaderamente excepcional.
MÁS IDEAS FALSAS
En el primer segmento de esta serie sobre los Evangelios, recordará que descubrimos algunas ideas falsas y comunes acerca de los relatos del Nuevo Testamento, como la fecha del nacimiento de Jesús, que encontramos que no fue el 25 de diciembre ni una fecha cercana a ésa.
Luego hablamos del número de sabios que vinieron de Oriente y descubrimos que en el Nuevo Testamento no hay nada que apoye la idea de que fueran tres hombres. Sí eran sabios o magos, pero no eran tres.
Ahora vamos a descubrir otras ideas falsas y comunes. La Biblia nos dice que el discípulo Pedro tenía una casa y una suegra. Eso es cierto, se trataba de un hombre casado, ¡no en celibato!
Por demasiado tiempo el cristianismo tradicional ha tenido la idea de que los discípulos, incluso Jesús mismo, pasaron toda su vida viajando, es decir, que la mayoría de los discípulos carecían de un hogar y una esposa, y que estaban asolados por la pobreza.
Por demasiado tiempo el cristianismo tradicional ha tenido la idea de que los discípulos, incluso Jesús mismo, pasaron toda su vida viajando, es decir, que la mayoría de los discípulos carecían de un hogar y una esposa, y que estaban asolados por la pobreza. Sin embargo, es claro que el Nuevo Testamento muestra que Pedro tenía un hogar, una esposa y, por algún tiempo, incluso un negocio de pesca. El sitio tradicional de la casa de Pedro en Capernaum se encuentra a algunos kilómetros de la tan visitada sinagoga.
El Evangelio de Marcos describe una visita de Jesús a la casa de Pedro: «Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía» (Marcos 1:29-31).
Hacia el final de ese día de reposo, un sábado por la tarde, muchos se encontraban en la puerta suplicándole a Jesús que los sanara. Él los ayudó, por supuesto, pero también les dijo a algunos de los que estaban mentalmente trastornados que no dijeran quién era Él, el Cristo o el Mesías (Lucas 4:40-41). Aún no era el momento de dar a conocer ese título o, como Juan el Bautista, Jesús podía quedar atrapado en la paranoia de Herodes Antipas y ser silenciado. Recordemos que fue el padre de Antipas, Herodes el Grande, quien había tratado de matar a Jesús justo después de Su nacimiento. En los primeros días de Su ministerio, Jesús no necesitaba ganarse la oposición de Herodes Antipas; así que era hora de evaluar con cuidado el futuro de Su obra.
Al día siguiente, antes del amanecer, Jesús fue solo a un lugar apartado para orar, donde tuvo la oportunidad de revaluar la situación. Después de algún tiempo, Sus discípulos fueron a buscarlo y le dijeron que la gente de Capernaum buscaba más de su atención, pero Jesús ahora estaba convencido de que tenían que seguir adelante e ir a enseñar a otras ciudades y aldeas (versículos 35-39).
Y así comenzó Su primer gran viaje por la región de Galilea.
AMPLIANDO EL ARCO DEL MINISTERIO
Los viajes de Jesús sólo aumentaron Su reputación. Mateo nos dice que grandes multitudes viajaban desde lejos para escucharlo y ser sanados (Mateo 4:23-25). No pasó mucho tiempo para que vinieran desde Galilea. Venían de Perea, en el banco oriental del Río Jordán, de Jerusalén, y de Judea. Había gente de Decápolis, una región de 10 sofisticadas ciudades de la cultura griega ubicada al sureste del Mar de Galilea. La ciudad más al sur de ellas era Filadelfia, que hoy es Ammán, capital de Jordania.
En Su viaje de enseñanzas, Jesús continúo sanando a toda clase de enfermos (desde epilepsia y parálisis hasta lepra y diversos trastornos mentales), pero aún se mostraba cauteloso respecto a lo que la aclamación de Sus acciones pudiera acarrearle, así que de vez en cuando se retiraba por un tiempo de la luz pública.
Así y todo, Sus actividades se estaban volviendo molestas para los líderes religiosos locales, quienes obviamente temían a la popularidad de Jesús con su pueblo, y comenzaron a buscar cualquier oportunidad para criticarlo.
En una ocasión, mientras Jesús sanaba a un paralítico, dijo algo que dejó pasmados a Sus críticos: le dijo al hombre que sus pecados estaban perdonados. Los fariseos y los doctores de la ley lo oyeron y de inmediato comenzaron a acusar a Jesús de blasfemia (Marcos 2:1-7).
Quizá a nosotros nos parezca una reacción exagerada. ¿Qué tenía de blasfemo lo dicho por Jesús? Bueno, al afirmar que podía perdonar los pecados, se colocaba a Sí mismo al nivel de Dios ante los ojos de los fariseos, pues sólo Dios podía perdonar los pecados.
Por supuesto, el mensaje que Jesús buscaba transmitir era que Él, como el hijo del hombre e Hijo de Dios, tenía el poder de perdonar los pecados. Para enfatizar la verdad de Su declaración y su importancia espiritual para todos, Jesús le devolvió al paralítico su capacidad de caminar (versículos 8-12).
Fue un suceso asombroso, pero ¿lo hubiéramos creído de haber sucedido hoy? ¿Creeríamos nosotros en un hombre que en verdad podía sanar de una manera milagrosa? Es algo en lo que podemos pensar en vista de la confusión religiosa que nos rodea actualmente.
En la Parte 4 de nuestra serie sobre los Evangelios continuaremos estudiando el desarrollo del ministerio de Jesús. Conforme aumentaban sus seguidores, también aumentaba la necesidad de enseñar el núcleo moral del discipulado. Con ese fin, Jesús les dio a Sus discípulos el que se considera como el más grande discurso moral de todos los tiempos: el Sermón de la Montaña.
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(PARTE 4)