El Libro de los Orígenes
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».
El escritor bíblico Lucas nos dice que inmediatamente después de la resurrección de Jesús, se les apareció a sus discípulos y les habló acerca de la evidencia acerca de Él encontrada en las Escrituras Hebreas. «Y les dijo: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”» (Lucas 24:44, Versión Reina-Valera, revisión de 1960 a lo largo de este artículo).
Al hacer esto, Jesus definió las Escrituras Hebreas que comprenden tres secciones principales. Hoy en día la religión judía las conoce como el Tanaj, a partir de las primeras letras de la Tora (la Ley) hebrea, Nebihim (los Profetas) y Ketubim (los Escritos que comienzan con el libro de los Salmos). Dicho de otra manera, Jesús les dijo a sus seguidores que su venida había sido profetizada en las antiguas Escrituras, las cuales pasarían a formar la base en la práctica y creencia del Nuevo Testamento. Es útil tener en cuenta que la palabra tora tiene el significado adicional de «instrucción» o «enseñanza» y no se limita a la «ley», aunque la sección de las Escrituras conocidas como la Ley contiene mucho de lo que se refiere a las normas de vida, incluyendo a los Diez Mandamientos y regulaciones para vivir en una economía basada en la agricultura, se compone de varios libros que no contienen mucho de la ley sino una gran cantidad de narrativas e instrucciones.
Tradicionalmente se cree que Moisés es el compilador de la mayoría de los cinco libros. Aunque directamente no se ha dicho nada para apoyar esto, existen indicios de su autoría en algunos lugares.
Los libros de la Escritura que componen la división en tres partes, fueron ordenados de manera diferente a como las conocemos hoy día en las Biblias oriental ortodoxa, católica romana y protestante. El orden del Tanaj es el que vamos a seguir en esta serie.
El orden de los libros en las Escrituras Hebreas como Cristo los hubiera conocido estaban de acuerdo con la división tripartita: la Ley, los Profetas, los Escritos. Esta procede como sigue:
La Ley (Tora), incluye los cinco libros del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio).
Los profetas (Nevi'im) comprenden a los profetas anteriores (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel [cuenta como un solo libro], 1 y 2 Reyes [cuenta como un solo libro]) y los Profetas Posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel, los doce Profetas Menores [cuenta como un solo libro]).
Los Escritos (Ketubim) consta de los Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras-Nehemías (cuenta como un solo libro), 1 y 2 Crónicas (cuenta como un solo libro)—24 libros en total.
Los artículos de esta serie se centrarán en los aspectos más destacados de cada libro en lugar de proporcionar comentarios sobre cada verso. Comenzamos con el Génesis, el primer libro de los cinco volúmenes de la Ley o Pentateuco.
Se dice que si no sabes de dónde vienes, no sabes para dónde vas. Falazmente simple, profundamente verdadero. El libro del Génesis contiene mucho acerca de los orígenes del planeta que habitamos, de la humanidad y su sociedad. Sin embargo, ha sido relegado por la mayoría como un reino del mito en el sentido de ser fantasía o irreal. Mientras que algunos dicen que los mitos equivalen a muy poco en un mundo en su mayoría dado a las verdades científicas, otros hacen hincapié en que estos nos enseñan verdades importantes con bases en las creencias antiguas.
En esta exploración del primer libro de la Biblia, encontraremos que el Génesis le da claridad e información a la vida moderna, más allá del uso del mito en uno u otro sentido de la palabra. Por ejemplo, habla sobre los orígenes de los cielos y la tierra, del caos, del origen vegetal, animal y de la vida humana, sobre el matrimonio, la familia y el destino, del bien y del mal; de la violencia y el asesinato, de la sociedad y la civilización, y de las naciones y los idiomas, por nombrar unos cuantos.
El resto de la Biblia menciona al Génesis o menciona su contenido más de lo que otro libro lo hace. De los 165 pasajes citados o mencionados en el Nuevo Testamento, alrededor de 100 proceden de los capítulos 1 al 11—la sección que a la que muchos quieren restar importancia como poco fiable. Sin embargo, Jesús mencionó varias veces el Génesis, lo que demuestra su posición sobre su contenido y relevancia.
Durante su ministerio, Jesús citó el libro del Génesis e hizo mención de su contenido en numerosas ocasiones. En lo que respecta a los elementos de la historia humana temprana contenidas en los capítulos 1 al 11:9, Jesús se refirió a los detalles que se encuentran en seis de esos capítulos.
Mencionó la creación del primer hombre y la mujer (Mateo 19:4 / Génesis 1:27; 5:2), el Sábado (Marcos 2:27 / Génesis 2:1-3), el matrimonio de Adán y Eva (Mateo 19:05 / Génesis 2:24), el asesinato de Abel (Mateo 23:35 / Génesis 4:8), la existencia de Noé (Mateo 24:37 / Génesis 5:28-29), el matrimonio antes del diluvio (Mateo 24:38 / Génesis 6:2), el diluvio y la destrucción de la humanidad (Mateo 24:39 / Génesis 6:17; 7:1-24).
Jesús se refirió a la segunda mitad del Génesis (capítulos 11:10 al 50) al mencionar a Abraham (Juan 8:31-58 / Génesis 12-25), a Lot y la destrucción de Sodoma (Lucas 17:28-32 / Génesis 18 -19).
El libro abre con la conocida declaración, «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Es una frase rica en significado subyacente, especialmente cuando nos fijamos en algunos de los términos hebreos.
«Simple y eficaz, el autor primero establece la doctrina de que Dios creó el mundo. Ninguna declaración en las cosmogonías de otros pueblos se aproxima a esta declaración en la Biblia».
Bereshit bara Elohim («En el principio creó Dios»): «En el principio» no necesariamente significa el principio de la creación que conocemos, sino el origen de los cielos y la tierra en una época aún más remota. Esto se aclarará a mediada que continuamos. Elohim—«Dios»—es un nombre plural masculino conectado a la forma singular del verbo «creado» (bara). Algunos estudiosos han propuesto que el plural se usa para indicar majestad o poder (quizás algo similar al «nosotros» real). Sin embargo, un pasaje relacionado en el Nuevo Testamento describe a Cristo como la Palabra de Dios (del termino griego Logos) y consorte del Padre: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1:1–3). Esto nos muestra que más de un miembro de la «familia» Dios estaba involucrado dentro de la Creación del todo. De acorde con el plural Elohim, Génesis 1:26 registra a Dios diciendo, «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Quiere decir entonces, que estos dos seres fueron responsables de la creación perfecta de los cielos y la tierra. He aquí el punto de origen de todo cuanto sigue.
El versículo 2 describe un mundo muy diferente a la perfección señalada por bara, una forma verbal que solamente fue utilizada en los actos creadores de Dios, nunca de aquellos por seres humanos. Como lo anota el Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento, «Este distintivo uso de la palabra es especialmente apropiada al concepto de la creación por orden divino».
Sin embargo, el versículo 2 habla del planeta como desordenado, vacío y en tinieblas: «La tierra estaba desordenada y vacía y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo». El griego traducido como «desordenada y vacía» es tohu va vohu. Sinceramente lo que Dios crea no puede ser confuso y caótico. De hecho, el profeta Isaías nos dice que Dios «no creó [la tierra] en vano [o vacía, tohu]» (Isaías 45:18). El apóstol Pablo escribió, «Dios no es autor de confusión» (1 Corintios 14:33).
Puede encontrarse un indicio en el verbo traducido como «estaba»; los estudiosos señalan que el verbo hebreo también se puede ser leído como «tornarse» (existen varios ejemplos en otras partes del Génesis). Por lo tanto la tierra se tornó en desordenada y vacía. Esto indica un espacio de tiempo de duración desconocida entre la creación del versículo 1 y la desolación del versículo 2. En otras palabras, sucedió algún evento que causó que la tierra se redujera a desolación.
Aunque existen otras dos explicaciones principales de este segmento del Génesis, cada una dependiente de diferentes puntos de vista en cuanto a la gramática, la así llamada teoría de la brecha resuelve muchas preguntas. Esto muestra que la tierra desolada mencionada en el versículo 2 no está hablando de la creación original, ya que el versículo 1 establece el origen de la Tierra («En el principio»).
Por otro lado, permite que la primer palabra del versículo 2, ve—parte del compuesto ve-ha-aretz («y la tierra») —sea traducida «ahora» en lugar de «y». Curiosamente, muchas Biblias no traducen la palabra ve para nada. Sin embargo, el Texto Masorético proporciona una anotación de que la palabra es una disyuntiva en lugar de una conjuntiva. Es decir, los pensamientos expresados no deben interpretarse como una combinación; el versículo 2 no es resultado del versículo 1. Definitivamente esto es algo que no debe de ignorarse. De acuerdo con esta indicación gramatical, esto debería leerse, «Ahora la tierra estaba [o se tornó] desordenada y vacía».
¿Qué pudo haber causado esta condición? Es aceptado por algunos estudiosos que esta es en referencia a la rebelión de Satanás en contra de Dios antes de la creación de la humanidad, descrita en Isaías 14:12–15 y Ezequiel 28:12–19. La destrucción fue el resultado del juicio divino contra Satanás y sus seguidores angelicales caídos. Satán («adversario», en hebreo) anteriormente conocido como Estrella de la Mañana (Heylel, en hebreo), un arcángel cuyo papel era de guardián de la tierra original, el cual pecó al tratar de derrocar a Dios.
Cuando se trata de los orígenes de los diferentes aspectos del mundo en que habitamos, esta teoría de la brecha—o asimilación—tiene gran poder explicativo. Arroja luz sobre muchas otras escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
«En el antiguo mundo del Cercano Oriente de donde emergió Israel, los comienzos se consideraban cruciales, se pensaba que los orígenes de las cosas mostraban su carácter y propósito».
El versículo 2 concluye, «Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». No dice nada aquí, ni tampoco en Juan 1, sobre el espíritu de alguna persona. De hecho, aquí el Espíritu es comparado con una ave protectora que ronda o revolotea (en hebreo, merachephet), en espera de que nazcan sus crías. En este punto, la re-creación todavía no ha comenzado. Sin embargo, el Espíritu o poder de Dios será manifestado, como lo leemos en los Salmos: «Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra» (Salmo 104:30).
Lo que se piensa popularmente como la historia bíblica de la creación, comienza entonces, no con los versículos 1 y 2, pero el versículo 3: «Y Dios dijo, “Sea la luz”; y fue la luz». Aquí hay tres pasos: Dios hablando, las palabras de Dios, y el resultado. Le siguen 4 pasos más en este proceso de la creación—evaluación, más acción, nombramiento, resultado: «Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día». En contraste con la desolación del versículo 2, lo que Dios hace en la semana de la creación se pronuncia a menudo «bueno» (versículos 4, 10, 12, 18, 21, 25), y finalmente, «bueno, en gran manera» (versículo 31).
Este modelo de siete pasos continúa con una ligera variación a través de los seis días de la creación. Aquí no tenemos que entrar en el debate sobre la creación a través de eones de tiempo, sino simplemente observar que el lenguaje indica que los días son como los conocemos. Esto es evidente en referencia a que cada día que está enumerado y que comprende «tarde y mañana» (de ocaso a ocaso), y en el cuarto día menciona las «señales para las estaciones, y… para los días y años». Por último, en el séptimo día, Dios estableció «el Sábado»—otro termino del calendario—descansando (Génesis 2:2–3). El sistema de tiempo que conocemos se encuentra en proceso. Lo que podemos observar con respecto a las eras geológicas es que la brecha en el tiempo entre los versículos 1 y 2 da cabida a miles de millones de años.
No obstante, aún hay más que aprender de la descripción de esos primeros días. El acto creativo del primer día, de hecho, soluciona uno de los aspectos de la confusión y el vacío mencionado en el versículo 2 al permitir que brille la luz y separar la oscuridad de la luz. Otros dos hechos de separación por pronunciamiento en subsecuentes días, incluyen la revelación de la expansión que conocemos como el cielo («el firmamento») dividiendo las aguas de la tierra abajo, de las aguas de la atmosfera arriba; y develando la tierra, junto con la vida vegetal, separándola del mar.
Al mismo tiempo, los días cuarto, quinto y sexto muestran el enriquecimiento de los actos creativos de los tres primeros días al ser agregada la luz y la vida. En el cuarto día, el sol, la luna y las estrellas se hacen visibles, llenando el cielo, después aves y vida marina llenan los mares y la atmósfera, y en el sexto día, la vida animal y humana llenan la tierra. Cuando los primeros seres humanos fueron creados (Génesis 1:26, 27), Dios pone en claro que esta es una clase distinta y diferente de creación. Primero, como ya hemos visto, el género humano (adán, en hebreo) es hecho a imagen y semejanza de Dios. En ninguna otra parte de la creación se dice esto. Este es un aspecto único de los orígenes humanos, y habla no solamente del presente sino también del destino de la humanidad. Los seres humanos, hombres y mujeres, fueron creados de materia física (Génesis 2:7, 21 y 22), limitados por el tiempo, pero con el potencial de recibir vida eterna espiritual por parte de Dios.
«La humanidad existe en comunidad uno junto al otro, y sólo puede haber algo semejante a la humanidad y a las relaciones humanas en donde la especie humana existe de dos en dos».
También se les fue dada una posición de dominio sobre el resto de la creación (Génesis 1:28). Con la excepción que tenían que cultivar y cuidar de la creación que les rodeaba en el Jardín del Edén. Esto lo aprendemos en el capitulo 2, que nos provee con mas información detallada sobre los orígenes de la humanidad. Es interesante que este libro fundamental declare como deben los humanos relacionarse con el mundo natural que les rodea. Las palabras hebreas para embellecer (abad) y guardar (shamar) indican trabajar y cuidar, cultivar y proteger. Por supuesto no existe sugerencia alguna de explotar y arruinar.
Recuerde que este capítulo comienza con el establecimiento del sábado de reposo, tiempo santificado al haber cesado Dios de trabajar. Proporcionó a los primeros humanos con el ejemplo a seguir de descansar y recuperarse una vez por semana mientras enfocaban en el Creador y su obra. Mas tarde Jesús explicaría que el sábado fue creado como beneficio para la humanidad y no una carga como algunos lo han convertido. Dijo, «El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo» (Marcos 2:27).
Génesis continúa con una mirada retrospectiva a la creación de Adán y Eva al día anterior y al siguiente con la entrada del mal. La intromisión de Satanás en la historia humana ocurre en el Edén. Este reinaba sobre la tierra como el poderoso guardián angelical hasta que se opuso a Dios y eso causó su caída. Adán y Eva se convirtieron en el objeto de su engaño, los posibles nuevos gobernantes del domino que alguna vez protegió.
La próxima vez, el gran engaño de Satanás y el comienzo de la senda de la humanidad hasta el presente.
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(PARTE 2)