Palabras de Sabiduría
Salomón, conocido en todo el mundo antiguo por su sabiduría inigualable, dejó atrás un tesoro que abarca poesía, proverbios atemporales y profundas reflexiones personales.
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(PARTE 33)
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Tres libros —dentro de la sección Escritos de las Escrituras hebreas— están relacionados con Salomón, tercer rey de Israel, en diversas etapas de su vida. Se podría decir que van desde la poesía de amor juvenil (Cantar de los Cantares) hasta los dichos sabios recopilados en la mediana edad (Proverbios), y por último, el relato de una lucha tardía con la desilusión (Eclesiastés). En cada caso, los libros contienen sabiduría milenaria que sigue siendo valiosa para nuestros tiempos.
Aquí comentaremos los dos primeros libros. Si bien entre los estudiosos existe cierta incertidumbre en cuanto a las fechas precisas de su composición inicial —y también sobre el alcance de la autoría de Salomón—, esto no ha frenado la popularidad de al menos dos de esos libros: el Cantar de los Cantares, con más de cien comentarios dedicados a él, y Proverbios, que junto con Génesis y Salmos es uno de los libros más leídos del Antiguo Testamento.
Los intentos de entender el Cantar (literalmente, el «Cantar de los cantares de Salomón») han variado mucho a lo largo de los siglos; desde una lectura directa del libro como expresión de las delicias del amor sexual físico masculino-femenino, hasta complejas alegorías históricas o místicas de Jehová e Israel, y de Cristo y la iglesia. Otras interpretaciones han sugerido que el libro es un drama, una parábola, un poema de amor o una canción de amor.
Una visión contemporánea reconoce la conexión entre Dios y su creación física, sin esforzarse por encontrar un significado espiritual en el texto. Es decir, la colección de catorce posibles escenas de atracción sexual juvenil, mal de amores y alegría conyugal es consistente con la revelación de Jehová como Creador de la vida humana. Más que como actor, Salomón es nombrado en varias ocasiones como un punto de referencia para los jóvenes amantes. Leemos acerca de «los pabellones de Salomón», «el carruaje de Salomón», «Salomón mismo», «el rey Salomón ¡lleva puesta la corona que le ciñó su madre…!», y que «Salomón tenía una viña»; también escuchamos decir: «Quédate, Salomón…!» (1:5; 3:7, 9, 11; 8:11, 12). Puede ser que, como coleccionista de estos poemas de amor, el rey autorizara su publicación y que por eso a él se le atribuyera el libro.
Del origen del libro de Proverbios sabemos más. En una de las historias de Israel, se nos dice que Salomón «compuso tres mil proverbios y mil cinco canciones». Aunque Proverbios menciona muchos dichos de Salomón y de varios otros «sabios», incluso juntos son mucho menos que tres mil. Con todo, sabemos que «Dios le dio a Salomón sabiduría e inteligencia extraordinarias; sus conocimientos eran tan vastos como la arena que está a la orilla del mar. Sobrepasó en sabiduría a todos los sabios del Oriente y de Egipto» (1 Reyes 4:29–32, Nueva Versión Internacional). El Tanaj traduce «la gente de Oriente» como «los quedemitas», del hebreo qedem, «este». Esto podría significar los mesopotámicos, que junto con los egipcios eran famosos en el mundo antiguo por sus amplios conocimientos.
Al parecer, el conocimiento de Salomón era enciclopédico; su sabiduría, muy solicitada: «Disertó acerca de las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que crece en los muros. También enseñó acerca de las bestias y las aves, los reptiles y los peces. Los reyes de todas las naciones del mundo que se enteraron de la sabiduría de Salomón enviaron a sus representantes para que lo escucharan» (versículos 33–34, NVI). Entre esas visitas figura la tan conocida de la Reina de Saba, mencionada más tarde por Jesucristo, un descendiente de Salomón (véase 1 Reyes 10; Mateo 12:42; 1:1, 6–7).
«La descripción del rey sabio en 1 Reyes... proporciona una definición de sabiduría en la que la política y la profecía, el intelecto y la piedad, lo secular y lo sagrado se entrecruzan».
Palabras sabias
Proverbios comienza con una declaración detallada de propósito: Los «proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel: para adquirir sabiduría [en hebreo, hakmah] y disciplina; para discernir palabras de inteligencia; para recibir la corrección que dan la prudencia, la rectitud, la justicia y la equidad; para infundir sagacidad a los inexpertos, conocimiento [da'ath] y discreción en los jóvenes. «Escuche esto el sabio, y aumente su saber; reciba dirección el entendido, para discernir el proverbio y la parábola, los dichos de los sabios y sus enigmas» (Proverbios 1:1–6).
El autor agrega que el respeto o la reverencia a Dios es el único camino hacia el tipo de conocimiento que conduce a la sabiduría: «El temor [yirah] del Señor es el principio del conocimiento [da'ath]; los necios desprecian la sabiduría [hakmah] y la disciplina» (versículo 7). Los primeros nueve capítulos concluyen con una declaración afín: «El comienzo de la sabiduría [hakmah] es el temor [yirah] del Señor; conocer [da'ath] al Santo es tener discernimiento» (9:10).
Aunque el libro hace referencia a muchos dichos sabios tomados del mundo secular que lo rodea, lo fundamental para obtener sabiduría espiritual es una relación con Dios basada en el respeto a él. Solo un necio se acercaría a la búsqueda de la sabiduría de otra manera.
La estructura de los nueve capítulos introductorios (1:8–9:18) sigue el patrón de padre, madre e hijo en un entorno de instrucción, promoviendo el comportamiento sabio por encima de la necedad. «Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre» (1:8). Se dirige al «hijo mío» muchas más veces (1:10, 15; 2:1; 3:1, 11, 21; 4:10, 20; 6:1, 3, 20; 7:1), al orientarlo para que evite los pecados de pereza, engaño y promoción de la discordia; así como la compañía de pecadores de diversa índole: asesinos, ladrones, mujeres inmorales, opresores, desdeñosos, adúlteros.
Claro está que el antídoto para tal comportamiento proviene de una sola fuente: «Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios» (2:6). Aprender a confiar en él en vez de confiar en el conocimiento autogenerado traerá una gran recompensa a los jóvenes: «Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas» (3:5–6).
«En su fundamento, Proverbios describe la sabiduría como una relación; esta comienza con el “temor del Señor” (Proverbios 1:7, NVI)».
El camino de la sabiduría
Solo al principio del capítulo 10 se nos presentan «los proverbios de Salomón». Continúan hasta el capítulo 22:16. Una vez más se insiste en instruir a los jóvenes en el camino de la sabiduría: «El hijo sabio es la alegría de su padre; el hijo necio es el pesar de su madre» (10: 1).
A esto siguen consejos entre los que figuran la forma correcta de vivir y de criar a los niños; el camino del trabajo duro, la ganancia honesta y la diligencia; y la discreción y la generosidad en el contexto de un comportamiento sabio/necio, correcto/incorrecto, justo/malvado: «A los justos los guía su integridad; a los falsos los destruye su hipocresía» (11:3).
Estas distinciones siguen constantemente en el capítulo 15. Se destaca el uso de la lengua para promover el bien o el mal, junto con las bendiciones de Dios para el bien frente a la retribución por el mal. Hacer lo correcto beneficia tanto en lo personal e interpersonal, como colectivamente, mientras que hacer lo que está mal destruye en todos los niveles. Esta simple ecuación se da en la vida de todos, sean hombres o mujeres; en salud física y mental; en amistades, matrimonios y familias; en ciudades y naciones: «La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a todos los pueblos» (14:34). La mente humana puede engañarse fácilmente a sí misma, pero la sabiduría basada en Dios siempre puede resolver el impasse.
El capítulo 15 destaca varios dichos acerca de Jehová («el Señor») en rápida sucesión, preparando al lector para el siguiente capítulo, donde siguen dieciséis dichos de «Jehová». Por ejemplo, «Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos» y «El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos» (15:3, 29). Cincuenta y ocho ejemplos de este tipo en los proverbios se atribuyen directamente a Salomón (10:1-22:16 y 25:1-29:27).
La siguiente sección (16:1–22:16) comienza con una mayor mención de la soberanía de Dios y su bendición sobre aquellos que siguen su camino (versículos 1–9). Seis versículos más vinculan al rey exitoso con la sumisión al gobierno de Dios. El centro del libro es el versículo 17, que una vez más hace hincapié en la importancia de seguir el camino de la sabiduría de Dios: «El camino del hombre recto evita el mal; el que quiere salvar su vida se fija por dónde va» (16:17).
Entre los temas que se repiten desde este punto hasta el final de esta primera sección salomónica se encuentran el conocido peligro del orgullo («Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso» [16:18]) y la importancia de la humildad; el engaño, la violencia, el espíritu divisivo, la pereza, la ira y el valor del autocontrol; criar a los niños para que sigan el camino correcto; la tristeza y la decepción causadas a los padres por los hijos adultos necios; y el pensamiento humano frente a los principios divinos («El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor» [19:21, NVI).
«En su mayor parte, la finalidad del libro [de Proverbios] es transmitir los fundamentos de la moralidad, las virtudes de la integridad, la disciplina, la justicia, el sentido común y demás, y mostrar a modo de contraste el fracaso en la vida que le espera al necio».
Las dos secciones que siguen (22:17–24:22 y 24:23–34) están marcadas como dichos adicionales recogidos de otros hombres sabios, no de Salomón. Enuncian muchos principios similares. A continuación, se presentan «proverbios de Salomón adicionales que los hombres de Ezequías rey de Judá copiaron» (25:1–29:27). Es incierto lo que estos escribas hicieron más allá de copiar proverbios atribuidos a Salomón más de doscientos años después de su muerte. Pero aquí hay recordatorios familiares sobre la humildad, la bondad y la vecindad; acerca de la misericordia hacia los enemigos («Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber" [25:21]); la mente de un necio; y los peligros de las habladurías y de tramar el mal («Cava una fosa, y en ella caerás; echa a rodar piedras, y te aplastarán» [26:27]).
¿Salomón por otro nombre?
Los dos últimos capítulos de Proverbios se dividen cada uno en dos secciones. Primero están «Dichos de Agur hijo de Jaqué. Oráculo. Palabras de este varón» (30:1-14), seguidas de una serie de observaciones de cosas en la naturaleza y en las relaciones humanas organizadas en conjuntos numéricos (versículos 15-33). La identidad de Agur es desconocida, al igual que la de Jaqué. El término oráculo también se puede traducir como el nombre de un lugar, Massa, lo que hace que Agur haya sido posiblemente un nativo del norte de Arabia y descendiente de Ismael, hijo de Abraham.
Según especulan algunos eruditos, Agur es Salomón con otro nombre, pero el versículo 3 no es consistente con esta idea: «No he adquirido sabiduría ni tengo conocimiento del Dios santo». Esta admisión conduce a una serie de preguntas (versículo 4) que recuerdan el encuentro de Job con Dios cuando Job se enfrentó a su propia insuficiencia (Job 38-42). Agur tiene que reconocer que no es rival para la sabiduría de Dios y que «toda palabra de Dios es digna de crédito» (versículo 5). Puede ser que Agur estuviera enterado del Dios de Israel y escribiera en consecuencia, pidiendo misericordia y consideración: «Aleja de mí la falsedad y la mentira; no me des pobreza ni riquezas» (versículo 8). Concluye con recordatorios de no deshonrar a los padres, no ser hipócrita o altivo, ni descuidar a los menos afortunados.
El capítulo final de Proverbios se presenta como «Los dichos del rey Lemuel. Oráculo (en hebreo, massa) mediante el cual su madre lo instruyó». Una vez más tenemos un autor desconocido, posiblemente de la misma región que Agur. Y de nuevo, sin pruebas fiables, la especulación ha hecho de Lemuel un seudónimo para Salomón, y estas son las sabias palabras de su madre, quien le advierte que debe evitar dar su fuerza a las mujeres o darse a sí mismo al alcohol, ya que la incapacidad de juzgar a favor de los menos afortunados podría ser el resultado. Le insta más bien a dar un trago fuerte a los angustiados, que de ello pueden obtener algún beneficio temporal. Mucho mejor, sin embargo, si el consejo no es específico para el rey, sino que esté destinado como sabiduría para todos los que ocupan posiciones de autoridad.
La sección final del capítulo (versículos 10–31) está organizada como un acróstico alfabético; cada versículo comienza con una letra secuencial del alfabeto hebreo. El pasaje se entrega a la conocida descripción de la esposa ideal. Como conclusión del libro, estos versículos bien pueden representar la personificación de la sabiduría mencionada por primera vez en el capítulo 8, en vez de ser una lista de las principales características de una esposa en este mundo imperfecto. La mujer descrita aquí es ciertamente más que perfecta en su capacidad de organizar, mantener y proveer para su hogar. Con todo, muchos esposos y familiares han visto estas características en su esposa y madre y están agradecidos por ellas. Al igual que los hijos de la sabiduría, «la felicitan»; y también su esposo «la alaba» (versículo 28).
El tercer libro atribuido a Salomón es Eclesiastés, uno muy diferente —en lo que respecta al estado de ánimo— de cualquier otro de la Biblia. Nos referiremos a él en nuestra próxima entrega.
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