Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis
Los misteriosos jinetes de los cuatro caballos detalladamente descritos en Apocalipsis 6 han arrojado curiosidad por casi 2,000 años. ¿Puede alguien con seguridad saber lo que estos simbolizan? En la primera parte de esta serie, de dos, examinaremos la propia interpretación de la Biblia de los primeros dos jinetes.
Una de las imágenes más perdurables en la Biblia es la de cuatro jinetes trayendo pruebas y tribulación sobre la tierra. Jinetes en caballos de diferentes colores—blanco, bermejo (rojo), negro y bayo (amarillo)—estos heraldos de la muerte y la destrucción han perseguido a la imaginación humana desde que aparecieron en el libro del Apocalipsis a finales del siglo I, también conocido como el libro de las Revelaciones.
El significado del título apokalupsis viene del griego original, «la revelación» de lo que estuvo oculto. La temática del libro es «las cosas que deben suceder pronto [rápidamente], tener lugar» (Apocalipsis 1:1). Es la revelación del futuro de los últimos tiempos de la humanidad, tanto de lo malo como de lo bueno que vendrá como resultado. No obstante el libro, más allá de los cuatro jinetes, está repleto de varias imágenes y misteriosos símbolos por lo que ha estado sujeto a muchas tergiversaciones. Para entender su significado se requiere de un intérprete confiable. Aunque las explicaciones puramente humanas han demostrado ser insuficientes y no han dado lugar a la claridad, en especial sobre los cuatro jinetes. Existe solamente un acertado interprete, como lo vamos a ver.
El Apocalipsis comienza: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio ….» Inmediatamente sabemos el origen de todo lo que sigue. Proviene de Dios el Padre a través de Jesucristo. Después es transmitido en una serie de visiones a un hombre llamado Juan, considerado por muchos el último sobreviviente de los apóstoles de Jesús, quien escribe lo que ve.
En el capítulo 5, de la mano de Dios se le da un libro a Jesucristo. Solo él puede desatar los siete sellos en el libro (versículos 5, 9–10). Se le permite a Juan ver el resultado cada vez que uno de los sellos es desatado, los primeros cuatro sellos revelan a los cuatro jinetes. Sin embargo, ¿qué simbolizan estos? Lo sorprendente es que Jesús dio la llave de la visión con suficiente antelación—más de 60 años antes—a un pequeño grupo de sus discípulos (véase Mateo 24:3; Marcos 13:3–4).
En ese entonces, Jesucristo estaba a punto de ser crucificado por los romanos en Jerusalén. Acababa de lamentar el hecho de que la ciudad una vez más había rechazado a un siervo enviado por Dios y que pronto sufriría destrucción. Sus discípulos le escucharon decir que el magnífico Templo del Monte, con su casa de Dios y otras estructuras herodianas, serian reducidas a escombros.
«De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada».
Esta fuerte declaración era prácticamente inconcebible. Para los acompañantes de Jesús dicho evento solo podía significar el fin del mundo, pues pensar que este sitio de impresionante arquitectura fuera a ser destruido, era simplemente abrumador. Por esta razón le pidieron, «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?» (Mateo 24:3). La respuesta de Jesús es la llave aclaradora al simbolismo de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Al alinear Apocalipsis 6 con las secciones correspondientes en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, podemos discernir un patrón significativo.
¿Héroe Conquistador?
Cuando el primer sello fue desatado, apareció un caballo blanco, montado por una especie de conquistador: «Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer» (Apocalipsis 6:2). El primer jinete trae un arco y lleva una corona (en griego, stephanos, «corona de laurel» símbolo antiguo del ganador). En un caso clásico de error de interpretación, a este caballero con frecuencia se le equipara con el regreso de Cristo descrito en el capítulo 19 del mismo libro, pues él también monta un caballo blanco. En consecuencia, muchos creen que el primer jinete ilustra el triunfo gradual de la religión cristiana organizada que comenzó hace 2000 años y que culmina con el regreso de Cristo.
Sin embargo, en Apocalipsis 19 se revela a un individuo bastante diferente que en el capítulo 6. Allí, el Cristo regresando está vestido con una túnica manchada de sangre, llevando muchas coronas (en griego, diadema: «diadema real»), no una simple corona de laurel. Además, va acompañado de muchos seres angélicos en caballos blancos, y su arma no es el arco sino la espada de su boca.
Las diferencias obvias entre las dos imágenes sugieren que el primero de los Cuatro Jinetes representa a un falso mesías. Exactamente lo que encontramos en la explicación que el mismo Jesús dio en los Evangelios a unos cuantos de sus discípulos en el Monte de los Olivos. Advirtiéndoles que no piensen que el fin es inminente cuando sucedan algunos eventos, les dijo «Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo, ‘Yo soy el Cristo’, y engañaran a muchos». Aduciendo a la identidad del verdadero Mesías, engañan con la promesa de hacer lo que sólo él puede hacer para resolver todos los problemas humanos.
¿Acaso dichos falsos mesías expresamente tienen que decir, «Yo soy Jesús»? ¿Es esencial que deban traer un mensaje religioso? En el Evangelio paralelo de Marcos, los mismos engañadores afirman, «Yo soy el Cristo» (Marcos 13:6). Otra manera de decirlo podría ser, «Yo soy el escogido». Tales individuos se presentan como los únicos con las soluciones correctas. Es claro que sólo pueda ser que pase un tiempo considerable, mientras que los muchos engañadores se levanten y caigan. La venida de alguien que dice ser un mesías no es la señal que informa a los discípulos del retorno de Cristo. Un falso mesías es aquel que falsifica el futuro retorno del verdadero Cristo y su regreso, quien en realidad es el que pondrá fin a todos los males de la humanidad.
Aunque por supuesto, una falsificación no es fácil de identificar, pues es tan similar que parecería ser la pura verdad, excepto para el que tiene ojo diestro. Así que Jesús advirtió de ser engañados por seres humanos que dicen ser especialmente elegidos por Dios para dirigir.
Por lo general un falso mesías mezclaría aspectos religiosos con políticos en un esfuerzo por convertirse en el ungido, como fue el caso de Constantino, el emperador romano del siglo IV a quien se le acredita haber cristianizado al Imperio Romano. Aunque fue bautizado un poco antes de su muerte en el año 337, aseveró que 25 años antes tuvo una revelación especial de Jesucristo. En el año 312 junto con su armada de 98,000 hombres aseveró que tuvo una visión; «la imagen de una cruz frente al sol, y una inscripción que decía, ‘Con este signo vencerás’» (Eusebio, Vita Constantini 1.28). Muchos años después le dijo al historiador y obispo, Eusebio, que a la siguiente noche Cristo se le apareció ordenándole que pusiera el símbolo de la cruz en sus estandartes de guerra. Se afirmaría que esto le llevó a la victoria que finalmente lo hizo el emperador único.
«Dado que el mismo victorioso emperador contó la historia al que escribe la presente después de mucho tiempo, … y confirmándolo con juramentos, ¿quiénes podrían dudar creer en su relato… ?»
A primera vista Constantino muy bien podría ser el cumplimiento del jinete en el caballo blanco como el cristianismo victorioso, aunque de hecho, era el dudoso campeón de una religión falsa y él mismo un falso mesías. Aparentemente promover la fe era provechoso para su política. De acuerdo con Robert M. Grant, «en el año 312 se dio cuenta del gran provecho que la iglesia cristiana podría tener, y con la ayuda de un secretario para los cuestiones de la iglesia, comenzó a intervenir en dichos asuntos para así poder fomentar la unidad de la iglesia».
Esto lo implicó en su famoso documento en el Concilio de Nicea, establecido para resolver las divisiones teológicas en la Iglesia Católica Romana. Sin embargo, a pesar de su aparente apoyo a la religión, en poco tiempo se vio involucrado en la ejecución de su mujer, Fausta; su hijo Crispo; y su sobrino Liciano. Difícilmente este es el comportamiento de un seguidor de Cristo. Ya se veía a sí mismo como el representante de Jesucristo sobre la tierra, aunque a finales de su megalómana vida religiosa que parecía haberle dominado, se nombró a sí mismo «Un igual a los Apóstoles». Así es como John Julius Norwich se imagina a Constantino al final de su vida, «de sentirse el instrumento escogido de Dios, se encontraba solo a un corto paso de ser el Dios mismo, ese deus summus en donde se subliman todos los demás dioses y las otras religiones».
Otros ejemplos más recientes de falsos mesías incluyen a Napoleón, Stalin y Hitler. Todos ellos tomaron ventaja del lenguaje religioso y sus imágenes, agitando el fervor religioso, y consiguiendo que sus seguidores prácticamente les adoraran porque parecían tener todas las respuestas. Por supuesto, precisamente todos fallaron porque eran falsos. También trajeron gran destrucción en el mundo, incluyendo a sus propios países. Millones de personas murieron a causa de sus regímenes violentos, sus purgas y sus guerras.
Y eso es lo que sigue en la secuencia de los cuatro jinetes.
El Fantasma de la Guerra
De acuerdo con Jesús, la guerra sería la segunda condición plagando la tierra. Advirtió, «Mirad que nadie os engañe», y después agregó, «Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino» (Mateo 24:4, 6–7a). Esto explica el simbolismo del segundo caballo y su jinete. «Cuando abrió el segundo sello, … salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada» (Apocalipsis 6:3–4).
Aunque una vez más Jesús hizo hincapié en que el conflicto y la guerra no necesariamente indican el final de esta era. La guerra ha caracterizado a la humanidad desde el principio de la civilización. Jesús dijo que seguiría siendo así hasta el final. Con frecuencia sigue la estela del falso mesías porque es una consecuencia natural de afirmaciones falsas, ideas erróneas, políticas equivocadas e ideologías ruinosas. La guerra es también el resultado de la obediencia ciega a los líderes llenos de ambiciones egocéntricas.
Napoleón Bonaparte principalmente era un guerrero. Aunque un obvio ejemplo y encarnación del primer jinete—a menudo representado montado en un caballo blanco, llevando una corona de laurel, o ataviado como un emperador romano—su liderazgo también trajo el caballo rojo a todo galope l escenario mundial. Entre 1792 y 1815 la Francia de Napoleón estaba en guerra con otras cuatro potencias coloniales: los españoles, los holandeses, los portugueses y los británicos. Su agresividad llevó a sus fuerzas alrededor del mundo. Al igual que muchos antes que él, Napoleón se posicionó como un salvador, aunque se estima que entre 3 y 6.5 millones de personas murieron en sus guerras.
Ciertamente el registro de José Stalin en el siglo XX fue sin duda peor. Violencia y guerra, nacional e internacional, caracterizaron su régimen soviético. Un exseminarista, su cínica manipulación del sentimiento religioso subrayó la duplicidad de lo que en números puros fue sin duda uno de los gobiernos más mortíferos en la historia humana.
Podríamos hablar en detalle acerca de las guerras y la violencia de otros falsos mesías durante los siglos XX y XXI, incluyendo a Mussolini y Mao, Pol Pot de Camboya y la dinastía Kim de Corea del Norte, sin embargo, la historia sería la misma: la crueldad totalitaria, encarcelamiento injusto, y la muerte brutal de millones. El jinete rojo monta a menudo en la estela del falso mesías; falsos cristos provocando una guerra total.
Al explicar estas dos condiciones, Jesús también estaba invitando a sus discípulos—y a nosotros—a reconocer que los seres humanos tienen ciertas tendencias. Como ovejas, siguen falsos mesías por el camino del engaño, y están dispuestos a aceptar la inevitabilidad de la guerra.
La naturaleza humana también está implicada en el cabalgar del jinete rojo. El historiador militar Victor Davis Hanson señala, «El conflicto continuará siendo el padre que todos nosotros conocemos— siempre y cuando la naturaleza humana se mantenga constante y sin cambio a través del tiempo y el espacio y en las culturas».
«La guerra es una empresa enteramente humana».
Otro hombre que conocía la dura realidad de la guerra y señaló su definitiva esterilidad fue el expresidente de los Estados Unidos Dwight D. Eisenhower, quien dijo: «Cada arma que se fabrica, cada buque de guerra lanzado, cada cohete disparado, significa, en el sentido final, un robo a quienes tienen hambre y no son alimentados, a aquellos que tienen frío y no son abrigados. Este mundo armado no solo está gastando dinero, sino también las esperanzas de los niños. Esto no es una forma de vida en absoluto, en ningún sentido verdadero. Bajo la nube de la guerra amenazante, se encuentra la humanidad que cuelga de una cruz de hierro».
Los dos jinetes restantes, el negro y el amarillo, también cabalgan por toda la tierra. Lo que significan y auguran para nuestros tiempos es el tema de la próxima entrega de esta serie de dos partes.
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