Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis
La primera parte en esta serie de dos, se enfocó en los funestos jinetes de los caballos blanco y rojo. Ahora examinaremos a los dos jinetes restantes, así como las buenas nuevas que yacen más allá de su destructivo cabalgar.
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(PARTE 1)
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En la Parte Uno examinamos a los dos primeros de los cuatro caballos mencionados en el libro del Apocalipsis, o Revelación. Hemos observado que ha habido mucha confusión sobre las muchas imágenes extrañas y símbolos en el libro, y demostramos que la clave para entender su identidad y el significado para hoy, es el escuchar las enseñanzas de Jesús de Nazaret cuando explicó sobre las condiciones futuras mundiales hace dos mil años.
Después de haberles dicho a sus discípulos que el templo de Jerusalén y sus alrededores serían destruidos, estos de manera natural pensaron que debía de estar hablando sobre el final de esta era de la historia de la humanidad—el fin del mundo como lo conocían, así como del establecimientos del reino de Dios. Posteriormente algunos de ellos le dijeron en privado, «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?» (Mateo 24:3).
Comenzó su respuesta con la advertencia de no dejarse engañar por las condiciones críticas mundiales, pensando de manera automática que esas son las señales del fin. Pasó a demostrar que los falsos mesías vendrían primero buscando usurpar Su papel de resolver los problemas mundiales de acuerdo al plan de Dios. Estos afirmaran ser un don de Dios para su pueblo. Han existido muchos de estos impostores a través de los siglos. Hemos visto que estos hombres han desviado a millones de sus propios seguidores e inevitablemente han fallado. En paralelo con el libro del Apocalipsis vimos que el primer jinete sobre el caballo blanco representa estos falsos mesías.
Después vino un jinete montado en un caballo rojo(bermejo). Jesús les mostró a sus discípulos con antelación que este jinete representa la guerra. Desde el comienzo de su historia, a los humanos les ha preocupado la guerra. El caballo rojo a menudo cabalga como consecuencia de las malas acciones del jinete blanco, ideología equivocada y el engaño. Así ha sido a través de los dos mil años desde que Jesús dijo, «Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino» (Mateo 24:6–7). La guerra es sin duda una parte permanente de nuestra condición humana actual.
Escasez de Suministros Alimentarios
El jinete rojo de la guerra puede conducir directamente a una tercera condición mundial devastadora: «Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: ‘Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano’. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: ‘Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino’» (Apocalipsis 6:5–6).
Como ya lo vimos, Jesús había explicado a sus discípulos que los falsos mesías con sus engaños y guerras de largo alcance llegarían a ser dos condiciones globales perdurables. Ahora bien, en paralelo con el apocalipsis, profetizó: «Y habrá hambres… en varios lugares» (Mateo 24:7). El caballo negro representa carencias catastróficas de alimentos básicos.
Está bien establecido que a medida que la guerra se cobra su peaje, los insumos alimenticios disminuyen, y con frecuencia la gente no puede comprar de lo poco que queda. La guerra causa la interrupción de la producción de alimentos y el fracaso de las cadenas de distribución.
En la escena representada en Apocalipsis 6, con un denario se compraría solo una pequeña cantidad de trigo para consumo humano, que por lo general era de más valor que la cebada, la cual se utilizaba más para los animales; siendo entonces más la cantidad de cebada por un denario. El comentario acerca de no dañar el aceite y el vino puede parecer irónico. Si los proveedores estuvieran produciendo artículos con los que pudieran obtener la mayor ganancia, mientras que recortaran en lo básico, podrían hacer la hambruna peor y aumentar el precio de los alimentos básicos. El vino y el aceite podrían ser más lucrativos—casi artículos de lujo que los ricos continuarían comprando a precios altos por cosas básicas.
La devastadora carencia de alimentos ciertamente ocurrió por todo el imperio mientras la superpotencia romana se derrumbaba lentamente bajo su propio peso, y los ataques de las tribus invasoras.
Varias veces a lo largo de los siglos el jinete negro ha tomado su peaje. En la China del siglo 19 apareció en secuencia después del caballo blanco y rojo, cuando el falso mesías Hóng Xiùquán se elevó a sí mismo como salvador. Luchó contra sus propios compatriotas durante 14 años, tiempo durante el cual al menos 20 millones se cree que hayan muerto, muchos de ellos de hambre.
Escaso un siglo después, a finales de los años 20, José Stalin hizo la guerra contra sus compatriotas, lanzando un ataque a los granjeros soviéticos. Estaba decidido a acabar con los kulaks como clase. Esto condujo a una hambruna catastrófica a medida que fueron expulsados, resultando en la muerte de millones de personas.
«Todo el mundo ha oído hablar de los 6 millones del Holocausto. Nadie sabe nada de los 6 millones [de Stalin] del Terror del Hambre».
En una acción similar, el líder comunista Mao Zedong declaró una guerra de clases en su pueblo. Fue un intento violento de avanzar a China industrialmente sobre los lomos del pueblo. Entre 1958 y 1961, Mao ordenó al sector agrícola del país producir tanto alimento como fuese posible. Esto debía enviarse a la Unión Soviética a cambio de ayuda industrial. Sin embargo, falsas afirmaciones fueron hechas sobre la mejora de la capacidad productiva del país, y se exportaron alimentos muy necesarios. Por 1961, hasta a los mismos trabajadores agrícolas fueron forzados a la producción industrial. Junto con la disminución de la mano de obra agrícola, el mal tiempo y las malas cosechas causaron la muerte de 30-40 millones por inanición y el trabajo excesivo. Mao se negó a aceptar que su política había causado la peor hambruna en los anales chinos, si es que no en la historia del mundo. En lugar de ello, culpó a los funcionarios del partido que criticaron sus ideas.
Trágicamente muchos hoy en día, adultos y niños por igual, continúan muriendo por causas relacionadas con el hambre. A veces, el precursor es la falta de agua. La tierra tiene una cantidad fija de agua, de la cual el 97 por ciento es agua salada y sólo un 3 por ciento es dulce. De ese 3 por ciento, sólo una tercera parte es accesible; el resto queda atrapado en el hielo y glaciares. La agricultura por si sola se toma un 70 por ciento del agua dulce disponible. Agregado a esto, los países más grandes en población—China, India y los Estados Unidos— participan en el uso no sustentable del agua en las zonas de cultivo de granos. El agua dulce se encuentra actualmente amenazada para casi el 80 por ciento de la población mundial. Sin suministros adecuados de agua, no se pueden producir alimentos. El crecimiento demográfico y la creciente prosperidad están ejerciendo presión sobre los recursos que no pueden resistir.
Para complicar el asunto el consumo de carne se ha incrementado, y la producción industrializada de carne consume muchísimo más agua que la producción de granos. Esto significa que sin cambios radicales en nuestros patrones de alimentación, la ya elevada cantidad de agua utilizada para la agricultura solamente incrementará.
De la hambruna a la Pestilencia
Los jinetes de los caballos blanco, rojo y negro de engaño masivo, guerra y hambruna proporcionan la introducción a la siguiente condición devastadora. Más allá de las catástrofes provocadas por los tres primeros jinetes viene lo siguiente: «Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: ‘Ven y mira’. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía» (Apocalipsis 6:7–8a).
Anteriormente vimos que en el Evangelio de Mateo, algunos de los discípulos de Cristo se le acercaron en el Monte de los Olivos buscando información acerca el fin de la era y el comienzo del Reino de Dios. En esta ocasión dio una cuarta condición, que al igual que las demás señales solo es el comienzo del proceso que conduce al fin: dijo, «Y habrá… pestes… en varios lugares» (Mateo 24:7).
Esto es paralelo al cabalgar del cuarto jinete. Su caballo es amarillento (bayo) como el color de tantos enfermos y moribundos. El nombre del jinete es Muerte, lo que viene de las pestilencias, epidemias y plagas.
Las infecciones y enfermedades siempre oportunistas, con frecuencia arriban a raíz de la guerra y la hambruna. La desnutrición significa que el sistema inmune se suprime de tal manera que es muy similar al colapso del cuerpo bajo un ataque completo de SIDA o ebola. Las enfermedades raras encuentran un punto de apoyo que las personas sanas por lo general resisten. Bajo condiciones de hambruna las tasas de mortalidad pueden ser mucho más altas que en tiempos normales. Durante y después de la guerra, las epidemias pueden propagarse rápidamente. En la Guerra de los Treinta Años en Europa durante los años 1600, el tifus mató a millones antes de que se le pusiera el alto. Regresando con venganza en la Primera Guerra Mundial, cuando muchos millones más murieron en Rusia, Polonia y Rumanía. Al final de la misma guerra en 1918-19, la gripe española puede haber matado tantos como 100 millones de gentes en todo el mundo mientras los soldados regresaban a casa.
«En el transcurso de la Guerra de los Treinta Años (1618-48) las tierras alemanas perdieron gran parte de su población, quizás tanto como el 40 por ciento, a través de las guerras y sus consecuencias, como la hambruna y las epidemias».
En la apocalíptica visión de Juan, el jinete del caballo blanco, Muerte, es acompañado por el Hades—el sepulcro, el descanso final de los desahuciados. Luego viene esta declaración resumida acerca de lo que los cuatro jinetes han causado en total en términos de la vida humana: «Y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra» (Apocalipsis 6:8b). En combinación los cuatro jinetes causan la muerte al 25 por ciento de la población mundial. Es una estadística repugnante, más aún cuando te das cuenta de que gran parte de ello proviene de la propia mano del hombre.
El Final de la Cabalgata
Los cuatro jinetes del Apocalipsis comenzaron a cabalgar hace unos dos mil años, y continúan hasta nuestros días. Sin embargo, a pesar de toda la muerte y destrucción que traen, hay buenas noticias al final de su terrible viaje.
El mismo Jesús de Nazaret, que proporcionó a sus discípulos la llave para entender el significado de los misteriosos jinetes que Juan vio en visión y plasmó en el libro de Apocalipsis, vendrá también a poner un fin a su destructivo poder. Así como también el libro del Apocalipsis lo muestra, el regreso del verdadero mesías detendrá el viaje final del jinete del caballo blanco. Detendrá al último falso mesías, terminará el engaño, y establecerá una sociedad basada en la verdad. Juan escribió lo que vio de la conclusión de la batalla que el falso mesías (conocido como «la bestia» en el Apocalipsis) peleará contra el retorno de Cristo: «Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre» (Apocalipsis 19:19–20).
En cuanto al jinete del caballo rojo, Cristo va a erradicar el conflicto y la violencia como Príncipe de Paz. Al regresar, pondrá fin a la guerra mundial y comenzará a corregir el problema de la naturaleza guerrera del hombre. El profeta Miqueas habló de este tiempo de paz y seguridad mundial: «Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra» (Miqueas 4:3). Ya no se les enseñara a los seres humanos que la guerra es la manera de resolver los problemas entre las naciones. Las armas de destrucción se tornaran herramientas para la paz. La industria armamentista no existirá más. Las escuelas de entrenamiento militar cesarán de existir. Entonces la paz se hará realidad por todo el planeta. Cristo se encargará de ello: «Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego» (Salmo 46:9).
En un mundo que ha cambiado radicalmente, el impacto del trayecto del jinete negro también se superará rápidamente. Uno de los varios nombres de Cristo es Yahvé-Jireh, «el Dios fiel que provee». Consistente con este título, regresara para acabar con la hambruna trayendo la lluvia en la estación correcta, suministro de agua abundante, así como una abundancia de alimentos. El agua y la seguridad alimentaria que tantos demandan hoy, será un subproducto del gobierno de justicia y equidad de Cristo. El agua estará disponible donde sea necesaria, como lo muestra Isaías: «Los afligidos y menesterosos buscan agua, y no la encuentran; la sed les seca la lengua. Pero yo, el Señor, los he escuchado; yo, el Dios de Israel, no voy a desampararlos. Abriré ríos en los montes, y manantiales en medio de los valles; en el desierto abriré estanques de agua, y manantiales en la tierra seca» (Isaías 41:17–18, RVC).
Jesucristo también es Yahvé-Rohi, «el señor es mi pastor». Fue Jesús de Nazaret quien dijo, «Yo soy el buen pastor» (Juan 10:11). El jinete del caballo negro es la hambruna causada por humanos, el que destruye y mata. El Cristo verdadero es el que trae vida en abundancia. Las prácticas agrícolas adecuadas llevaran a las bendiciones de abrumadora abundancia: «Vienen días en que los que aran alcanzarán a los que siegan, y los que pisan las uvas alcanzarán a los que siembran. Los montes destilarán mosto, y todas las colinas se derretirán» (Amós 9:13).
«Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir».
En aquel momento, las epidemias y enfermedades, en general, dará paso a otro aspecto de la obra de Cristo. También se le conoce como Yahvé-Rafa, «el Señor sana». En cuanto a la muerte por enfermedad catastrófica y su silencioso compañero, el sepulcro, se refiere, van a ceder a la venida de Cristo. Jesús dijo, «Yo soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre.… Yo tengo las llaves de la muerte y del infierno» (Apocalipsis 1:18). En otras palabras, Él tiene el poder para vencer a los grandes enemigos de la humanidad, la muerte y el sepulcro. Como lo dijo, «Yo soy la resurrección y la vida» (Juan 11:25). Cristo vino a la tierra para que la humanidad pudiera convertirse en parte de la familia de Dios y vivir para siempre. Explicó, «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
Finalmente los cuatro jinetes no serán más, y los efectos de su viaje destructivo a través de la tierra será el remanente de un pasado para ser olvidado rápidamente. Todo el sufrimiento que causaron será reemplazado por un nuevo mundo y un gobierno nuevo que traerá paz global. Esto está representado de forma eterna por estas últimas palabras en el libro del Apocalipsis (22:1–2): «Después me mostró un río límpido, de agua de vida. Era resplandeciente como el cristal, y salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a cada lado del río, estaba el árbol de la vida, el cual produce doce frutos y da su fruto cada mes; las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones».