Navidad: ¿En realidad importa?

La que generalmente se reconoce como la segunda festividad más importante del calendario cristiano carece de respaldo bíblico y la mayoría de las personas se encogen de hombros ante esto y lo consideran irrelevante, pero ¿en realidad lo es?

En un famoso musical de Broadway de 1965 con ambientación basada en la época de la Rusia zarista, el personaje principal insistía en que la tradición daba equilibrio a la vida de los aldeanos y que, sin tradiciones, su vida sería «tan inestable como un violinista en el tejado». Es cierto que las tradiciones son cómodas y un tanto tranquilizadoras, por lo que si dejamos la seguridad de las tradiciones con las que hemos crecido nos sentimos tambaleantes y un poco inestables, como Tevye señaló de una manera tan elocuente.

La tradición juega un poderoso papel en las costumbres de diversas culturas. Tomemos, por ejemplo, a la Navidad. La Enciclopedia Católica señala claramente que «no figuraba entre las primeras fiestas celebradas antiguamente por la Iglesia» y, en su lugar, esta fuente católica cita la fiesta como un ejemplo de una doctrina o costumbre «transmitida de generación en generación… Es una antigua tradición que Jesucristo haya nacido el 25 de diciembre» (énfasis añadido; basada en la versión en inglés del sitio en Internet).

Sin embargo, ¿la tradición es suficiente para justificar una costumbre que claramente choca con la misma persona o acontecimiento que pretende celebrar?

¿CUÁL ES EL PROBLEMA?

Muchas personas, incluyendo a los escritores de la Enciclopedia Católica, aceptan fácilmente que la fiesta que conocemos como Navidad, junto con sus costumbres, no proviene de las Escrituras, y reconocen que la Biblia no ofrece respaldo alguno para ella, aunque aprueban del todo la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre.

Aparentemente, la Navidad parece ser una buena tradición. La época reúne a las familias y a los amigos en una celebración. ¿Y qué importa si Cristo nació o no en ese día, siempre y cuando se le rinda honor? ¿Por qué debe importar que los tradicionales árboles, las luces, los acebos, el muérdago, el espumillón, los troncos de Navidad y los regalos compartan su origen en el paganismo? ¿Acaso el espíritu de la Navidad no supera al origen de las diversas tradiciones, incluso si la fiesta está basada en falsedades?

«En invierno, cuando todo adquiere un color marrón y muere, los árboles perennes son las manifestaciones de la vida perdurable dentro del mundo vegetal y bien pudieron haber sido utilizados como medios sacramentales de contacto con el espíritu del crecimiento y la fertilidad».

Clement A. Miles, Christmas Customs and Traditions: Their History and Significance

La respuesta la podemos encontrar en la conversación que sostuvo Jesús con la mujer samaritana a quien se encontró en la ciudad de Sicar, en Samaria (consulte Juan 4). Muchos comentaristas bíblicos señalan que los samaritanos eran despreciados como «judíos híbridos», una población mixta formada por extranjeros que se mudaron al área después de que el antiguo reino del norte de Israel fuera tomado cautivo en el siglo VIII a.C. Los nuevos habitantes se casaron con aquellos israelitas que no habían sido removidos de su tierra y absorbieron muchas de las costumbres hebreas, incluso al grado de afirmar que adoraban al Dios de Israel. Empero, entremezclaron aspectos de la Torah judía (la ley) con la adoración de los dioses paganos que habían importado: «Temían al Señor, y aun así honraban a sus dioses» (2 Reyes 17:33). Aunque profesaban ser del linaje de Israel y observaban las tradiciones israelitas, en realidad no sabían a qué o a quién estaban adorando.

La mujer samaritana señaló el problema cuando dijo a Jesús: «Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar» (Juan 4:20). Los samaritanos habían construido un templo en el Monte Gerizim, cerca de donde se llevó a cabo esta conversación. Ella y el resto de Samaria habían mantenido la tradición de adorar en ese monte y de afirmar que Abraham, Isaac y Jacob eran sus antepasados. En este momento Cristo tuvo la oportunidad perfecta para asegurarle que mientras reconocieran a Dios por su adoración tradicional, no importaba dónde lo hicieran; sin embargo, la amonestó con delicadeza, llevando su entendimiento de adoración a un nivel más alto, y le señaló que la correcta adoración de Dios debe ser «en espíritu y verdad», no a la luz de las tradiciones inventadas por los humanos. Al mantener sus tradiciones en realidad seguían ciegos a la verdad.

La población de Samaria era muy sincera en su práctica religiosa y creía que seguían el ejemplo de Abraham y de Moisés; no obstante, sus costumbres evitaban que adoraran al Padre en espíritu y verdad.

DIVERSAS TRADICIONES

Una tradición correcta es un aspecto importante de una vida religiosa, como testificó el apóstol Pablo: «Así que, hermanos, sigan firmes y no se olviden de las tradiciones que les hemos enseñado» (2 Tesalonicenses 2:15, Dios habla Hoy); pero es claro que Pablo no se refería a que todas las tradiciones humanas eran adecuadas, pues más tarde escribió a los colosenses: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo» (Colosenses 2:8).

Entonces, por un lado, hay tradiciones que debemos conservar y, por el otro, tradiciones que un seguidor de Cristo debería evitar. Algunas tradiciones están basadas en la sana doctrina de la Biblia, mientras que otras se basan en costumbres meramente humanas y que van en contra de las enseñanzas bíblicas.

Para apreciar las diferencias es útil revisar un ejemplo dado por el mismo Jesucristo. Los líderes religiosos judíos de su época enseñaban sus principios de comunidad derivados de la tradición oral. Originalmente, estas tradiciones orales fueron expansiones de la ley dada a Moisés y a los israelitas, pero con el paso del tiempo se alejaron de su propósito original y se apegaban más a las costumbres que a las Escrituras. Por ejemplo, Jesús confrontó a los líderes religiosos respecto al lavado ceremonial de las manos antes de comer. Los fariseos admitían sin ningún reparo que se trataba de una «tradición de los ancianos». Los comentarios de Jesús fueron un tanto llanos: describió a los líderes como hipócritas por enseñar «como doctrinas mandamientos de hombres» y añadió «Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». Y especialmente penoso fue su comentario acerca de que al remplazar los mandamientos de las Escrituras con tradiciones humanas estaban adorando a Dios «en vano» (Marcos 7:5–8). El claro mensaje era que los mandamientos de Dios siempre invalidarán a las tradiciones creadas por los humanos.

SIGUIENDO EL CAMINO

Jeremías, el profeta del Antiguo Testamento, exhortó al pueblo de su época a evitar construir ídolos de madera y le dijo: «No aprendáis el camino de las naciones [o de los gentiles]… Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva… [Pero] enseñanza de vanidades es el leño» (Jeremías 10:2–4, 8). Dios condena aquellas tradiciones y costumbres que están basadas en prácticas religiosas paganas.

Un excelente resumen de la actitud de Dios a este respecto se encuentra en Deuteronomio 12:29–32. Moisés dio indicaciones a la nación de Israel antes de heredar la Tierra Prometida y le dijo: «Cuando Jehová tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas… no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así a Jehová tu Dios… Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás».

La fiesta celebrada el 25 de diciembre era parte de las celebraciones religiosas antes de que se les aplicara el término Navidad. Muchas personas hoy en día la observan como una fiesta secular y comercial, sin pensar mucho en el hecho de que el simbolismo central de la época tiene sus raíces en las religiones paganas de la antigüedad. Otros también pasan por alto cualquier relación pagana y celebran la fecha basados en su relativamente reciente aplicación del nacimiento de Jesucristo; no obstante, de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia, un piadoso barniz no anula la naturaleza pagana de la celebración ni la vuelve aceptable.

La Biblia en ninguna parte señala exactamente cuándo nació Cristo ni da instrucciones para celebrar la fecha de su nacimiento; sin embargo, es clara e inequívoca al prohibir la celebración de tradiciones y costumbres cuyo origen yace en prácticas paganas o infieles que contradicen a las Escrituras. De acuerdo con Juan 4:23–24, «los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren».