El Origen de una Teoría Engañosa

Seis formas de pensar acerca del mundo han dominado la historia reciente de la civilización occidental y, para millones de personas, se trata de seis grandes ideas de nuestro tiempo.

Desde una edad temprana asimilamos estas ideas de nuestros maestros y mentores sin hacer muchas preguntas. En tanto una idea sea sensata, esta forma de adquirir conocimiento no presenta ningún problema; pero cuando una idea es simplemente incorrecta y no la cuestionamos, el resultado puede ser catastrófico. Parece que las ideas que aceptamos como adultos jóvenes e impresionables nos causan el mayor de los problemas porque, a menudo, quedan aferradas a nuestra identidad… quiénes somos y quiénes deseamos ser.

Patrick Glynn es un clásico ejemplo de alguien que adquirió una postura en particular y durante muchos años pagó el precio de la confusión intelectual. Hoy en día Glynn es director adjunto y especialista residente del Instituto de Estudios sobre Política Comunitaria de la Universidad George Washington en Washington, D.C., EE.UU. Extrañamente, también cree en Dios, pero llegó a ser creyente sólo después de reexaminar las ideas que moldearon su actitud.

Acerca de su travesía, escribió: «Abracé el escepticismo a una edad temprana, cuando escuché por primera vez la teoría de la evolución de Darwin en —de todos los lugares posibles— la escuela primaria católica. De inmediato me vino un pensamiento a la mente: o la teoría de Darwin era correcta o lo era la historia de la creación del libro del Génesis. Ambas no podían ser ciertas, así que me puse de pie en clase y se lo hice saber a la pobre monja.

«Así comenzó una larga odisea que me alejó de la fe y práctica religiosa y devota que había marcado mi niñez y que me condujo a una actitud cada vez más secular y racionalista…

«Para cuando me gradué de Harvard ya había asimilado perfectamente este punto de vista secular y moderno, pero seguía siendo un auténtico ‘agnóstico’. Pensaba que la existencia de Dios era muy, pero muy poco probable, aunque no lo sabía. Así que, después de pasar un año becado en la Universidad de Cambridge, regresé a Harvard para estudiar un postgrado y sondear las profundidades de la filosofía occidental. Para cuando recibí mi doctorado a finales de la década de los setenta, ya era un ateo convencido».

Con ese historial Glynn es el extraño autor del libro de 1997 titulado God: The Evidence [Dios: La Evidencia], en el que admite: «Después de muchos años de ser un agnóstico o ateo filosófico, finalmente me he dado cuenta de que en verdad hay un Dios».

EL PODER DE LAS IDEAS

La comprensión de Glynn se debió, en parte, a su conclusión final de que algunas de las grandes ideas de nuestro tiempo son un total error; sin embargo, de haber estado mejor informado en la década de los setenta mientras estudiaba en la universidad, pudo haber desafiado estas importantes ideas mucho antes en su vida.

Pudo haber leído, por ejemplo, un libro escrito por un hombre cuyo andar por la vida le había llevado de Alemania a Oxford como estudioso de Rodas, gracias a su interés por el marxismo, pasando por el budismo y hasta el catolicismo romano. E.F. Schumacher, un pensador que no temía ir en contra de la marea intelectual, escribió en 1973 Lo Pequeño es Hermoso, libro en el que reconoció que las ideas tienen un enorme poder. También sostuvo que algunos de los padres del siglo XIX habían causado estragos en la vida mental y espiritual de sus hijos del siglo XX.

Con aprensión bíblica escribió: «Las ideas de los padres del siglo XIX han llegado hasta la tercera y cuarta generación que vive en la segunda mitad del siglo XX. Para quienes las concibieron, estas ideas fueron simplemente el resultado de sus procesos intelectuales; pero para la tercera y cuarta generación se han convertido en las herramientas e instrumentos a través de los cuales experimentan e interpretan al mundo. Quienes conciben nuevas ideas rara vez se ven gobernados por ellas, pero sus ideas obtienen poder sobre la vida de los hombres de la tercera y cuarta generación cuando se han vuelto parte de ese gran cúmulo de ideas (incluyendo el lenguaje) que se filtran en la mente de una persona durante su “prehistoria”».

«Quienes conciben nuevas ideas rara vez se ven gobernados por ellas».

E.F. Schumacher, Lo Pequeño es Hermoso

Tanto Schumacher como Glynn llegaron a una alarmante conclusión: que algunos de los fundamentos de la civilización occidental más importantes del siglo XIX son el producto de un pensamiento viciado, y que dichos fundamentos trajeron consigo resultados catastróficos. Incluso si la gente sólo tiene una percepción confusa de ellas, estas ideas han causado que muchos vivan en una especie de tácita desesperación, bajo la sospecha de que la vida carece de sentido.

¿Cuáles son las seis ideas que han influido y que ahora rigen el pensamiento de la mayoría de las personas? Las primeras dos provienen de Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución y de su mecanismo asociado de la selección natural. Luego tenemos la teoría y práctica del materialismo dialéctico concebido por Carlos Marx. En cuarto lugar examinaremos las ideas del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Las últimas dos «grandes ideas» se encuentran fundadas en la física y el método científico: el relativismo y el positivismo.

Con este artículo comenzamos una nueva serie en Visión, en la cual examinaremos algunos de los antecedentes y el impacto de estas ideas y de sus proponentes. Así mismo, trataremos de descubrir una perspectiva bíblica en ellas.

UNA TEORÍA DE TODO

Publicada en 1859 en El Origen de las Especies, la teoría de Darwin pronto fue aceptada como la única forma válida de explicar toda la vida en la tierra. Él afirmaba que formas superiores se desarrollan continuamente a partir de formas inferiores como una especie de proceso natural y automático.

La teoría de Darwin pronto fue aceptada como la única forma válida de explicar toda la vida en la tierra.

De acuerdo con lo escrito por Schumacher en 1973, «aproximadamente en los últimos cien años hemos visto la aplicación sistemática de esta idea en todos los aspectos de la realidad, sin excepción alguna… La evolución lo abarca todo, no sólo los fenómenos materiales, desde las nebulosas hasta el homo sapiens, sino también todos los fenómenos mentales, tales como la religión o el lenguaje».

A la luz del pensamiento evolucionista, incluso la religión se considera sujeta al desarrollo evolutivo, con un progreso cada vez mayor. Debemos entender que nuestros antepasados tenían una cosmovisión primitiva y que vamos superando gradualmente su necesidad de una religión y de la figura paterna de Dios. Al final nos daremos cuenta de que la religión y el concepto de un ser sobrenatural son señales de inmadurez y debilidad emocional, y por ende son innecesarios.

Otro aspecto importante de esta teoría es que la vida es un accidente. Se nos dice que la evolución tuvo su inicio en un universo aleatorio y sin propósito. Para Darwin esto significaba que ya no se necesitaba a Dios para explicar el origen de la vida.

Al aceptar las ideas de Darwin el filósofo ateo de origen británico, Bertrand Russell, señaló en su libro, Religión y Ciencia, que la humanidad es «un curioso accidente en un páramo» (del universo).

Observe de nuevo que fue el relato de Darwin acerca del origen de la vida lo que destruyó la fe en Dios de Glynn. Al hablar de la naturaleza penetrante de la teoría un crítico moderno expresó: «La idea ha alcanzado todos los aspectos del pensamiento moderno, y ninguna otra teoría de los tiempos modernos ha logrado moldear más la manera en que nos vemos a nosotros mismos y a nuestra relación con el mundo que nos rodea. La aceptación de la idea hace cien años dio inicio a una revolución intelectual más significativa y de mucho mayor alcance que incluso las revoluciones copernicana y newtoniana de los siglos XVI y XVII» (Michael Denton, Evolution: A Theory in Crisis [Evolución: Una Teoría en Crisis], 1985).

CONFLICTO Y DESCONTENTO

Algunos antecedentes familiares nos ayudarán a poner en contexto el pensamiento de Darwin. Por el lado paterno, tanto su abuelo como su padre eran médicos famosos; su abuelo materno fue Josiah Wedgwood, célebre por su cerámica y porcelana. Darwin no tuvo necesidades materiales a lo largo de su vida.

En la edad adulta comenzó a estudiar medicina en Edimburgo, pero abandonó los estudios después de dos años. Luego de haber dejado atrás la medicina asistió a la escuela de teología en Cambridge. El ministerio, pensaba, podría ofrecerle un trabajo adecuado de poca exigencia durante parte de la semana, de manera que pudiera pasar el resto de su tiempo dedicado a sus verdaderos intereses: la geología, la zoología y la recolección de especimenes de insectos.

Así, Darwin se preparó para el rol de coadjutor en la iglesia anglicana y completó sus estudios universitarios en teología unos meses antes de emprender el famoso viaje por mar a bordo del buque hidrográfico, HMS Beagle. Se encontraba entre la universidad y un empleo aparentemente inevitable en la Iglesia de Inglaterra cuando su mentor, el ministro y profesor de Cambridge, John Stevens Henslow, le propuso para el cargo de naturalista no remunerado en el que se convertiría en un viaje de investigación de cinco años. El trabajo involucraba el reconocimiento de la costa de Sudamérica y las islas cercanas del Pacífico. En las Islas Galápagos, a 960 km (600 millas) de la costa occidental de Sudamérica, Darwin comenzó a cuestionar su fe en el relato bíblico de la creación.

Quizá uno de sus problemas era que, en primer lugar, realmente no tenía fe, aunque las biografías parecen indicar que al principio sus creencias religiosas eran convencionales; sin embargo, lo que es interesante observar es que Darwin reconoció que ocurrió un cambio importante en su vida poco tiempo después de que sus creencias entraron en conflicto con el relato bíblico.

«Hasta la edad de treinta años o un poco más», escribió en su autobiografía, «muchas poesías, como las de Milton, Gray, Byron, Wordsworth, Coleridge y Shelley, me brindaban gran placer, e incluso durante mi niñez encontré gran deleite en Shakespeare… También he dicho que antes las pinturas tenían un considerable interés para mí, y que disfrutaba enormemente la música. Empero, por muchos años no me ha sido posible tolerar la lectura de una sola línea de poesía. Últimamente he intentado leer a Shakespeare, pero lo encontré tan intolerablemente aburrido que me asqueó. También le he perdido todo el gusto a la fotografía o a la música...

«Parece que mi mente se ha convertido en una especie de máquina que analiza todas las leyes generales a partir de una enorme colección de hechos, pero lo que no puedo concebir es por qué esto ha atrofiado únicamente esa parte del cerebro, de la que dependen los gustos más sublimes… La pérdida de estos gustos es una pérdida de la felicidad, y podría ser perjudicial para el intelecto, y más probablemente para el carácter moral, al debilitar la parte emocional de nuestra naturaleza».

Además, aprendemos que puede haber un impacto físico, así como uno mental y otro emocional. Durante la elaboración, publicación y discusión de su controversial teoría Darwin padeció graves malestares gastrointestinales e insomnio. Hacia el final de su vida, cuando volvió a sumergirse en la investigación puramente botánica y escapó de las luchas acerca de la evolución, nuevamente se encontró bien de salud… tal y como lo había estado en sus días estudiantiles en Cambridge.

Algunos han sugerido que sus enfermedades eran psicogénicas, resultado del conflicto interno provocado por sus ideas. Quizá la ferviente fe en Dios de su esposa y aquélla de su amigo, el Profesor Henslow, con quien no deseaba quedar mal, contribuyeron a su malestar.

Pasó un tiempo considerable antes de que Darwin pudiera decidirse a publicar su obra acerca de la evolución. Incluso entonces se vio forzado a imprimirla ante la amenaza de la publicación de conclusiones similares de otro investigador.

No obstante, Charles Darwin probablemente ha afectado la confianza de más personas en el relato de la Biblia acerca del origen del ser humano que cualquier otra persona.

LA LEY DE LA SELVA

La segunda idea dominante en el mundo occidental es producto de la primera idea de Darwin. Se trata de la idea de la competencia, de la selección natural… de la supervivencia del más fuerte. Ésta era la explicación de Darwin acerca del proceso de la evolución y se debía entender como una ley universal.

Sin embargo, al aplicar esta idea a la vida cotidiana, por ejemplo, en los negocios, se justifica toda clase de comportamiento indebido para con nuestros congéneres.

Influido, sin duda, por los puntos de vista filosóficos prevalecientes acerca de la competencia, el padre de gran parte de la teoría económica moderna, John Maynard Keynes, en un ensayo de 1930 titulado «Las posibilidades económicas de nuestros nietos [Economic Possibilities for Our Grandchildren]» escribió: «Al menos durante otros cien años, deberemos continuar aparentando, ante nosotros mismos y ante los demás, que el justo es vil y la vileza es justa, pues la vileza es útil y lo justo, no. La avaricia, la usura y la precaución deben seguir siendo nuestros dioses por un poco más de tiempo».

Ante esto, el economista alternativo, Schumacher, escribió: «Las ideas son lo más poderoso que hay sobre la tierra, así que no sería exagerado decir que los dioses [Keynes] recomendados ya han sido entronizados» (Lo Pequeño es Hermoso).

Entonces, ¿cómo nos ha afectado esta ley del más fuerte? El imperialismo del siglo XIX y principios del siglo XX encontró una amplia justificación en la noción de la supervivencia a través del robo de los recursos materiales y humanos de los poderes inferiores. Los grandes poderes se aprovecharon de muchos en lo que se llegó a conocer como el mundo en desarrollo. La explotación del colonialismo fomentó la ley de la selva, y en demasiadas ocasiones la descolonización se convirtió en un neocolonialismo conforme el gran poder daba paso a los nuevos amos o a las ideas frescas acerca del dominio económico.

La competencia salvaje se ha convertido en un comportamiento aceptado en muchas esferas sociales. El mundo de los deportes profesionales refleja lo peor de la mentalidad de la ley del más fuerte, y en los negocios se traduce a «hazlo tú antes de que te lo hagan a ti»; simplemente es «natural» perseguir a los clientes de la competencia. El fin justifica los medios. Vemos el egoísmo reflejado en todas partes, pero lo disfrazamos de libertad individual; es el medio para lograr o alcanzar nuestro potencial, incluso a costa de los demás.

Una expresión popular del impacto de la ley del más fuerte la encontramos en la película Wall Street [Wall Street: El Poder y la Avaricia], en la que Michael Douglas representa el papel de un agente de bolsa corrupto. Su discurso en una reunión anual de la compañía explica muy bien la ubicua filosofía. «El punto es», señala, «que la avaricia, a falta de una mejor palabra, es buena. La avaricia está bien. La avaricia funciona. La avaricia aclara, fomenta y captura la esencia del espíritu evolucionista. La avaricia, en todas sus formas —por la vida, el dinero, el amor o el conocimiento—, ha sido clave en el progreso de la humanidad».

LO QUE DARWIN DEJÓ ATRÁS

¿Cuál es la perspectiva bíblica acerca de estas nociones darwinianas… ideas que constituyen la base de las posturas agnósticas y ateas?

La Biblia enseña que Dios existe y que es responsable. En cierto punto de su ministerio Jesús oró a Dios por que sus discípulos fueran especialmente favorecidos con el acceso a la verdad de Dios: «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Juan 17:17).

El evangelio que Charles Darwin leyó en su época de estudiante de teología era y sigue siendo verdad en muchos aspectos. En lo que respecta a la verdad esencial acerca de la vida humana, Darwin pasó por alto la siguiente expresión profunda acerca del origen: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1:1–3).

A partir de sus limitadas observaciones Darwin llegó al punto en el que pudo negar cualquier necesidad de Dios dentro de su esquema.

A partir de sus limitadas observaciones Darwin llegó al punto en el que pudo negar cualquier necesidad de Dios dentro de su esquema.

Con respecto a la creación, podemos saber por la Biblia que la Tierra tiene más de seis milenios de antigüedad. Hay algunos creacionistas que insisten erróneamente en que el Génesis apoya una creación de sólo 6,000 años; sin embargo, es posible determinar a partir de la Biblia que hubo una era anterior en la historia de la Tierra cuando no existía la humanidad.

«En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba [nota al margen: “O posiblemente se volvió”] desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas» (Génesis 1:1–2). Si la tierra se volvió desordenada y vacía, entonces algo ocurrió que dio lugar a esa condición; y debió haber pasado algún tiempo entre «En el principio creó Dios…» y las acciones de Dios para renovar la Tierra después de la condición caótica provocada.

La teoría de que la Tierra se volvió desordenada y vacía se enseña con cierta certeza en otras versiones de la Biblia y en algunos comentarios. Por ejemplo, el comentario bíblico en inglés de Jamieson, Fausset y Brown señala que el vocablo traducido como estaba «se emplea alrededor de veinte veces en este capítulo como un equivalente a “se volvió”…» y añade: «El que la Tierra no se encontraba originalmente desolada parece estar también implícito en Is. 45:18 —“No la creó [la Tierra] en vano”— que en hebreo se refiere a “en desolación”». Las versiones en inglés The Companion Bible y Scofield Reference Bible también apoyan estas interpretaciones.

¿Acaso el relato bíblico ofrece alguna pista respecto a la causa de la desolación? Así es. Jesús dijo que Él vio caer del cielo a Satanás (en hebreo, «adversario») (Lucas 10:18). Satanás no siempre fue el adversario de Dios, pero Dios lo expulsó de su gobierno, de su reino y de su presencia. También leemos que los ángeles que cayeron con Satanás «no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada» (Judas 6, NVI).

La versión en inglés Chronological Bible afirma que: «Muchos especialistas creen que Satanás fue expulsado del cielo causando que una Tierra perfecta se tornara vacía y caótica, y con ello provocó una gran confusión en una especie de creación pre-adámica, pero que Dios luego renovó la Tierra y la preparó para la humanidad tal y como la conocemos desde hace 6,000 años».

En el libro de Job encontramos una advertencia para quienes presumen saber los que Dios hizo en la Creación. Es una advertencia en contra del orgullo y la arrogancia: «Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo… ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?» (Job 38:1, 4–7).

Hubo un tiempo en el que Dios creó; los ángeles fueron testigos de ello, pero entonces no había seres humanos. No es de sorprender que la humanidad no pueda saber por experiencia qué hizo Dios exactamente.

LA COMPETENCIA

¿Qué nos enseña la Biblia acerca de la competencia, la selección natural o la supervivencia del más fuerte como parte del proceso de desarrollo y progreso?

Una de las características básicas de Dios es su amor y su preocupación por los demás. En lo que respecta a la creación, Él requería que nuestros primeros padres mostraran su interés. Adán fue puesto en un jardín y se le asignaron responsabilidades específicas: «Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto del Edén, para que lo labrara y lo guardase» (Génesis 2:15), es decir, para que atendiera y cuidara de la naturaleza. Esto no es explotación. Se trata de dar, no de obtener. Sin embargo, la forma de obtener y competir con otros para explotarlos y quitarlos del camino es la ruta hacia la destrucción del mundo. Ésa no es la naturaleza de Dios.

Él habla de su mundo futuro: «No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar» (Isaías 11:9). El camino de Dios, el de dar, remplazará a la competencia.

Las ideas dominantes del mundo moderno continúan teniendo un impacto mucho más allá de la imaginación de sus creadores. Las ideas tienen poder, para bien o para mal.

En el siguiente número de Visión veremos el impacto y la influencia de Carlos Marx.

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