Una Estructura Hueca
La mayoría de los profesantes cristianos celebran la Pascua de Resurrección como uno de los dos días más sagrados del año, aunque ni los apóstoles ni la Iglesia de los primeros cristianos la celebraban. De hecho, ni siquiera se menciona en la Biblia, excepto en los casos de una traducción equivocada.
¿Cómo puede ser que el libro que el mundo cristiano llama santo no diga nada acerca de una de las celebraciones tradicionales más importantes del cristianismo?
¿QUÉ HAY EN UN NOMBRE?
El nombre Easter [Pascua de Resurrección, en inglés] en realidad se deriva del nombre de una antigua diosa. En Europa se le conocía como Ostara, la diosa de la primavera. Los fenicios la llamaban Astarté y su nombre también aparece en los monumentos asirios encontrados por el arqueólogo del siglo XIX, Sir Henry Austen Layard, en las excavaciones de Nínive. Los asirios y los babilonios la llamaban Ishtar; de hecho, la pronunciación asiria de su nombre suena justo como la palabra en inglés Easter.
Durante más de mil años antes del nacimiento de Jesús cada primavera se celebraba un festival para esta diosa que marcaba el nacimiento de la nueva vida, la resurrección de la naturaleza después de su muerte en el invierno. Era una fiesta de regeneración. En todo el mundo habitado de los tiempos antiguos los festivales de la primavera y diversos rituales sexuales relacionados honraban a los primeros rayos del sol cuando una vez más brindaban vida y calidez.
Los cristianos profesantes del siglo II y posteriores vieron la resurrección de Cristo a una nueva vida como un paralelo a estos rituales paganos de la primavera. Gradualmente fueron incorporando las costumbres que rodeaban la adoración de la diosa de la primavera en el cristianismo a través del festival que hoy conocemos como la Pascua de Resurrección.
Pero la aceptación de esta Pascua como una celebración dentro del cristianismo tradicional no ocurrió fácilmente. De hecho, hubo una gran controversia alrededor de su integración al calendario cristiano.
Las referencias históricas muestran que la Iglesia cristiana de los primeros cristianos no celebraba la Pascua de Resurrección. En su libro, The Primitive Church [La Iglesia Primitiva], Maurice Goguel señaló que «aquellos cristianos de origen judío continuaron celebrando las fiestas judías, en especial la Pascua [Judía]».
Incluso el Nuevo Testamento señala que Jesucristo y los apóstoles observaban la Pascua Judía. Sin embargo, justo antes de ser crucificado Jesús introdujo los símbolos del pan y el vino en la celebración de la Pascua Judía (Mateo 26:26–29), cambiando así la manera en que se debía celebrar. Después de la crucifixión de Jesús los apóstoles y la Iglesia de los primeros cristianos continuaron observando la Pascua Judía, con estos nuevos símbolos, en vísperas del día 14 de Nisan (en el calendario hebreo) como una conmemoración anual de Su muerte.
De acuerdo con los registros de Epifanio, clérigo católico romano del siglo IV, no hubo cambios en esta práctica mientras los líderes en Jerusalén fueron de antepasados judíos. Eusebio, un obispo e historiador de la iglesia alrededor de esa misma época, confirmó en su Historia de la Iglesia que hubo 15 obispos sucesivos en Jerusalén hasta la época de Adriano y su destrucción de la ciudad en el año 135 d.C. «Se dice que todos fueron hebreos de origen, quienes recibieron el conocimiento de Cristo con toda sinceridad», escribió Eusebio. «Pues en aquella época toda su iglesia consistía en creyentes hebreos que habían continuado desde los tiempos de los apóstoles hasta su posterior sitio en donde los judíos, después de levantarse por segunda ocasión en contra de los romanos, quedaron sumergidos en una guerra a gran escala». Como «creyentes hebreos» que «recibieron el conocimiento de Cristo con toda sinceridad» habrían seguido Su ejemplo y observado la Pascua Judía cada año en el día 14 de Nisan.
UNA DESVIACIÓN EN EL CAMINO
Durante el siglo II los caminos de las congregaciones en occidente, centradas en Roma, comenzaron a separarse de aquéllas de Asia Menor.
Los dos grupos generalmente estuvieron de acuerdo en que Jesucristo celebró la Pascua Judía el día 14 de Nisan. Los cristianos en Asia Menor, quienes se convirtieron en lo que se habría de llamar la Iglesia de Oriente, se apegaron a esa fecha para la repartición del pan y el vino que simbolizaban el sufrimiento y la muerte de Cristo. Sin embargo, como Fernand Mourret señaló en su libro de cinco volúmenes, History of the Catholic Church [Historia de la Iglesia Católica], «los cristianos de occidente realizaron un cálculo diferente. En su opinión el propósito de la gran festividad cristiana era la conmemoración de la Resurrección de Cristo».
La iglesia en occidente estableció el domingo como un recordatorio de la resurrección y descontinuó la celebración de la Pascua.
Entonces la iglesia en occidente estableció el domingo como un recordatorio de la resurrección y descontinuó la celebración de la Pascua Judía el día 14 de Nisan; pero en Asia Menor la Pascua Judía se continuó celebrando en esa fecha.
El historiador católico Louis Duchesne, en su Early History of the Christian Church [Historia de la Iglesia Cristiana], señaló: «Había muchos cristianos de Asia en Roma en esa época y los primeros Papas, Sixto y Telésforo, les observaban cada año celebrar su Pascua Judía el mismo día que los judíos. Y ellos consideraron que estaba bien. Se les permitió que continuaran haciéndolo, aunque el resto de Roma le daba un uso distinto, nadie discutía con ellos».
Pero la diferencia en la práctica entre los cristianos en el Este y aquéllos en el Oeste pronto llevó a una seria controversia. Duchesne escribió: «Más tarde esta divergencia parecía lo suficientemente importante como para requerir algo de esfuerzo para acabar con ella». El obispo de Esmirna, Policarpo (quien había sido estudiante del apóstol Juan) y las iglesias en el Este conservaban las tradiciones de la Iglesia de los primeros cristianos, siguiendo el ejemplo de Cristo y los apóstoles. Aunque tenía más de 80 años, Policarpo viajó a Roma para defender su observancia de la Pascua Judía. «Durante su estancia en Roma, Policarpo» escribió Duchesne, «trató de convencer al Papa Aniceto de que el decimocuarto día era el único permisible, pero no tuvo éxito. Tampoco Aniceto logró persuadir al antiguo maestro de adoptar el método romano».
Cuando Ireneo (un teólogo griego y pupilo de Policarpo) escribió acerca de la reunión, dijo que «de inmediato hicieron las paces, pues no deseaban discutir sobre ese punto. Aniceto no pudo persuadir a Policarpo de no celebrar ese día [la Pascua Judía] debido a que siempre la celebró así con Juan, el discípulo de nuestro Señor, y con los demás apóstoles con quienes estaba familiarizado; ni Policarpo pudo persuadir a Aniceto de celebrarla. Aniceto le dijo que debía apegarse a la práctica de los presbíteros anteriores a él. Aunque tal era su posición, se mantuvieron en comunión entre ellos y en la iglesia Aniceto permitió que Policarpo celebrara la Eucaristía, obviamente, por respeto. Se separaron en paz y toda la Iglesia estuvo en paz, tanto los que celebraban la fecha como los que no» (citado por Eusebio en su Historia de la Iglesia, con traducción de G.A. Williamson al idioma inglés).
Aunque Policarpo no logró convencer a Aniceto respecto a cómo y cuándo se debía celebrar adecuadamente la Pascua Judía, sí estuvieron de acuerdo en que en una cuestión así se permitía una diferencia en la práctica.
¿JUDÍOS VS. CRISTIANOS?
Sin embargo, ocurrió un cambio cuando Soter se convirtió en papa en el año 166. Como señaló Goguel, «el conflicto entre los romanos y los asiáticos cambió su tono en tiempos de Soter. Se convirtió en un conflicto entre las dos fiestas que tenían el mismo nombre, pero que diferían en el tiempo y en la manera de su celebración, así como en su significado».
«Se convirtió en un conflicto entre las dos fiestas que tenían el mismo nombre, pero que diferían en el tiempo y en la manera de su celebración, así como en su significado».
Debido a que los cristianos occidentales creían que la resurrección de Cristo ocurrió en un domingo, concluyeron que se debía celebrar una fiesta conmemorativa al domingo siguiente al día 14 de Nisan 14. En palabras de Mourret, «culpaban a los orientales, los “Decimocuartos”, como ellos les llamaban, de querer seguir la Antigua Ley y darle a la festividad un tinte judío. En el fondo de esta simple cuestión sobre una fecha yace la antigua oposición entre el espíritu judaizante y el espíritu católico».
Policarpo terminó siendo arrestado y quemado vivo, y el liderazgo de las iglesias asiáticas pasó a manos de Polícrates. Durante su ministerio la controversia sobre la Pascua Judía se acentuó aún más.
En el año 197 d.C. «El Papa Víctor decidió… unificar la observancia del festival de la Pascua y persuadir a los Decimocuartos a unirse a la práctica general de la Iglesia» menciona la Enciclopedia Católica. «Escribió, entonces, al Obispo Polícrates de Éfeso y le indujo a llamar a los obispos de la provincia de Asia para discutir el asunto con él».
De acuerdo con Eusebio, Polícrates respondió con una carta dirigida al papa y a la iglesia en Roma, en donde exponía la tradición que le había sido transmitida: «Nosotros, por nuestra parte, observamos esa fecha escrupulosamente, sin añadirle ni restarle nada. Pues en Asia descansan grandes luminarias que se levantarán de nuevo en el día en que regrese nuestro Señor, cuando Él venga con gloria de los cielos y busque a todos Sus santos, como a Felipe, uno de los doce apóstoles… Y a [el apóstol] Juan, quien reclinó su cabeza sobre el pecho del Señor... En Esmirna también yace Policarpo, obispo y mártir… Todos ellos celebraban el decimocuarto día del mes como el inicio de la festividad de la Pascua, conforme al Evangelio, sin desviarse en lo más mínimo, sino más bien cumpliendo con su Fe. Y por último, yo también, Polícrates, el menor de todos, actúo de acuerdo con la tradición de mi familia, algunos de los cuales he seguido; pues siete de ellos fueron obispos y yo soy el octavo, y mi familia siempre ha celebrado esa fecha cuando la gente saca la levadura de sus casa… no me asustan las amenazas. Mejores personas que yo han dicho: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres [Hechos 5:29]”».
Víctor, mientras tanto, sondeó a los obispos líderes en otras regiones y ellos le reportaron unánimemente que todos celebraban la Pascua de Resurrección el día domingo. Sólo la provincia de Asia difería en esta práctica. La Enciclopedia Católica dice: «Víctor, quien actuó durante todo el asunto como cabeza de la Cristiandad, llamó ahora a los obispos de Asia a abandonar su costumbre y a observar la práctica universal prevaleciente de celebrar siempre la Pascua en domingo. En caso de no hacerlo, los declararía fuera de la hermandad de la Iglesia».
Al continuar con su negativa Víctor tuvo que ser detenido por los demás obispos para que no cumpliera con su decreto de excomunión. Ireneo, quien ahora era obispo de Lyon, suplicó particular y ampliamente a Víctor que no excomulgara a todas las congregaciones por seguir una antigua tradición que databa de los tiempos de Juan y los apóstoles. Mourret señaló que a Ireneo «le dolía ver que las antiguas iglesias de Asia, donde él había pasado su juventud… estuvieran a punto de separarse del cuerpo de la Iglesia universal».
Aunque se mantuvo la paz, la controversia continuó causando la desunión en la iglesia cristiana profesante centrada en Roma. Se necesitaría una fuerte acción para erradicar la observancia de la Pascua Judía de las iglesias que se desarrollaron después de los tiempos de los apóstoles.
LA LLEGADA DE CONSTANTINO
Mientras tanto, Constantino fue nombrado emperador romano. En el año 313 emitió una proclamación en Milán que llegó a denominarse el Edicto de Milán o la Tolerancia del Cristianismo, pues aceptaba al cristianismo como una religión oficial en el imperio, con igualdad legal respecto a las demás religiones.
Durante muchos años después la iglesia se fue retirando y alejando de sus raíces judías y de su cultura para adentrarse en la sociedad romana. Se convirtió en una religión politizada del estado. Pero las congregaciones en el Este e incluso en otras partes del vasto Imperio Romano aún diferían significativamente en la doctrina y en la práctica. Constantino, por lo tanto, en el año 325 convocó al primer gran concilio ecuménico en Nicea, en Asia Menor.
El emperador ya había decretado que el día del sol se debía mantener como un día semanal de descanso. Ahora el Concilio de Nicea también determinaría el curso de la iglesia en otros aspectos.
Éste fue un gran punto decisivo. El emperador ya había decretado que el día del sol se debía mantener como un día semanal de descanso. Ahora el Concilio de Nicea también determinaría el curso de la iglesia en otros aspectos.
En su carta a todos aquéllos a lo largo del imperio que no habían asistido al Concilio de Nicea, Constantino les escribió con respecto a la celebración de la Pascua de Resurrección: «Parecía algo indigno que en la celebración de ésta, la más sagrada de las fiestas, sigamos la práctica de los judíos… No debemos, entonces, tener nada en común con la detestable muchedumbre judía… Es lo más adecuado que todos nos unamos… y evitemos participar en una conducta de perjurio como la de los judíos». De tales comentarios podemos observar que la adopción de la adoración del Domingo de Pascua estuvo más bien motivada por el odio hacia los judíos que por el amor a Jesucristo, quien había sido judío.
No obstante las decisiones tomadas por Constantino y el Concilio de Nicea, muchos continuaron observando la Pascua Judía. Sin embargo, al final Constantino emitió un edicto en contra de todos aquéllos a quienes consideraba herejes, como quedó registrado por Eusebio en su Vida de Constantino. En el edicto el emperador declaró: «Hemos ordenado, como corresponde, que sean privados de todas las casas en donde tienen acostumbrado celebrar sus asambleas y nuestro interés en este respecto se extiende hasta su prohibición de celebrar sus reuniones supersticiosas y carentes de sentido, no sólo de manera pública, sino también de manera privada en una casa o en cualquier otro lugar».
Debido a que las reuniones nocturnas también quedaron prohibidas, la celebración de la Pascua Judía en vísperas del día 14 de Nisan se tornó cada vez más difícil. Conforme la iglesia políticamente organizada en Roma crecía en tamaño y en poder, poco a poco logró erradicar la enseñanza bíblica con respecto a la Pascua Judía como conmemoración de la muerte de Cristo. El Domingo de Pascua quedó así universalmente aceptado dentro de la iglesia como el día en que los cristianos debían celebrar Su resurrección.
Encontramos, entonces, que en los primeros siglos de lo que se denomina como la era cristiana se abrió un insuperable abismo entre las iglesias profesantes cristianas y la Iglesia apostólica que Jesús fundó. En ningún lugar del Nuevo Testamento se ordena o siquiera se sugiere que la resurrección de Cristo se debía celebrar el Domingo de Pascua o incluso en cualquier otro día. Esa celebración, junto con las costumbres que la acompañan, han reemplazado lo que fue enseñado y practicado por Jesucristo, los apóstoles y la Iglesia de los primeros cristianos, es decir, la conmemoración anual de Su muerte en la Pascua Judía.
¿Cuáles son las implicaciones si uno realmente desea honrar a Jesucristo?