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(PARTE 10)
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Cuarenta años habían pasado desde que los hijos de Israel salieron de Egipto como una gran multitud de esclavos libres. La falta de fe de muchos durante su viaje por el desierto a través del Sinaí dio como resultado el fracaso de la mayoría de los adultos de la generación del éxodo en entrar a la Tierra Prometida.
El último libro de la Ley, o Tora, es conocido en español como Deuteronomio. Sirve como puente entre los cuatro primeros libros de Moisés y los antiguos profetas (Josué, Jueces, Samuel, Reyes), que cubren la antigua historia de los hijos de Israel ya una vez en la tierra prometida.
El título de Deuteronomio («la ley segunda») se basa en un error por parte de algunos traductores griegos. Tomaron la enseñanza de que los futuros reyes de Israel deberían hacer «una copia de esta ley» (Deuteronomio 17:18) indicando «una repetición de la ley» y nombraron el libro según el caso, pues repite varios aspectos de la ley dada en Éxodo, Levítico y Números. Aunque la repetición no es exacta (se agregó bastante en anticipación a como debería de ser aplicada la ley en la nueva tierra), la base del código de la ley, los Diez Mandamientos, es prácticamente idéntica . El título hebreo del libro, Devarim («Palabras», tomado del verso de apertura), enfatiza el papel de Moisés como el portador de la ley de Dios.
Los temas generales del Deuteronomio incluyen varios recordatorios sobre el hecho de la esclavitud de los israelitas en Egipto y de la naturaleza milagrosa de su éxodo; la necesidad de ser fieles a su llamado divino a ser un pueblo ejemplar obediente a Yahvé; el rechazo a la adoración de otros dioses; la venida del cumplimiento de la promesa en que iban a poseer una tierra abundante; y el continuo requisito de enseñar a sus hijos los caminos y las leyes de Dios.
Bosquejando el Deuteronomio
A |
Comienza la Narración |
Deut. 1–3 |
B |
Comienza la declaración profética |
Deut. 4 |
C |
El pacto en Horeb |
Deut. 5–11 |
X |
El código de la ley |
Deut. 12–26 |
C´ |
El pacto en Moab |
Deut. 27–29 |
B´ |
Concluye la declaración profética |
Deut. 30 |
A´ |
Concluye la narración |
Deut. 31–34 |
Una manera de entender la corriente del libro es verlo como una estructura paralela de siete partes. En este diseño Moisés abre y cierra el libro con relatos mirando hacia atrás (capítulos 1–3) y hacia adelante (31–34). Entrega dos disertaciones con contenido profético (4 y 30). Se delinean dos pactos con Yahvé: el primero en el monte Horeb, o Sinaí (5–11), y el actual en Moab (27–29). Esto deja el núcleo central del libro para una amplia discusión del código de la ley y su aplicación en la nueva tierra (12–26).
MOISÉS HABLA CON LOS ISRAELITAS
Les recuerda que sus antepasados estuvieron a punto de entrar a la tierra prometida hacía unas cuatro décadas, Moisés tomó la oportunidad para enfatizarles que la rebelión contra el mandamiento de Dios de andar en la fe, les trajo un interminable vagar por el desierto. Esta difícil jornada no debió haber sucedido si tan solo hubieran unido en obediencia y fe con los únicos dos de los doce espías que regresaron del sondeo con buenas noticias (Deuteronomio 1:19–46; véase también Números 13,14 y Hebreos 4:2, 6).
«Porque el SEÑOR tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes».
Cuando llegó el momento de entrar en la tierra, Dios les llevó a derrotar a dos reyes y sus pueblos en el lado este del Mar Muerto y el Río Jordán (Deuteronomio 2:26–33; 3:1–7) y les dio tierra a gentes que representaban a tres de las tribus de Israel: Rubén, Gad y Manases (3:12–17).
El propio Moisés no cruzaría el Jordán ni entraría en la tierra. En cambio su ayudante Josué dirigiría al pueblo. Este cambio fue decisión de Dios, debido a la presunción de Moisés en sugerir que él en lugar de Dios, daría milagrosamente agua fluyendo de una roca al sediento pueblo (versículos 23–29; Números 20:10–13).
Moisés continúa delineando la relación entre Yahvé e Israel, enfocándose en el papel central de su ley encapsulada en mandamientos y estatutos. Si llegasen a obedecer la ley en la nueva tierra, otras naciones dirían, «Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta» (Deuteronomio 4:6). En tanto que si desobedecen, Moisés les profetizó que gran problema vendría sobre ellos. Debían recordar cómo Dios les había dado su ley en el Monte Sinaí, al igual enseñarían Sus principios a sus hijos de generación en generación (versículos 9–14).
«Con setenta personas descendieron tus padres a Egipto, y ahora el SEÑOR tu DIOS te ha hecho como las estrellas del cielo en multitud».
Si cayeran en la idolatría y la adoración de otros dioses, sufrirían grandes pérdidas: «Gyo pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente de la tierra hacia la cual pasáis el Jordán para tomar posesión de ella; no estaréis en ella largos días sin que seáis destruidos. Y Jehová os esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones a las cuales os llevará Jehová. Y serviréis allí a dioses hechos de manos de hombres, de madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen» (versículos 26–28). Si semejante destino cayera sobre ellos, entonces todavía serían capaces de llamar a Dios, arrepentirse y convertirse en obediencia, y él los rescataría. Lo haría por el pacto que él hizo con sus antepasados, Abraham, Isaac y Jacob (versículos 29–31).
Extendiendo el pacto del Sinaí
En el capítulo 5, los Diez Mandamientos previamente dados en el Monte Sinaí (véase Éxodo 20) son repetidos casi palabra por palabra, las principales diferencias son el énfasis sobre el escape de Egipto (véase «Comparando los Diez»). Al reiterar la ley básica, Moisés hizo una conexión entre el observar el sábado y la salida de Egipto. Así como el sábado significa descanso y libertad del trabajo diario, de igual manera el Éxodo representaba escape y libertad de la opresión de una sociedad impía. En el libro del Éxodo el motivo dado de guardar el sábado está relacionado al sexto día de trabajo de la creación de Dios y su reposo en el séptimo, creando así un día de descanso a la semana para el resto de la humanidad. En cada libro se utiliza una palabra hebrea diferente en referencia a la respuesta humana destinada al sábado. El libro del Éxodo especifica conmemorar el sábado como un recordatorio del trabajo de la creación de Dios y el consiguiente descanso, en tanto que el Deuteronomio apunta a la observancia del sábado como un recordatorio de la obra de Dios libertando a Israel de la esclavitud.
Israel debía enseñarle a sus hijos la ley de Dios para que sus descendientes nunca se olvidarán del Dios que los había libertado de Egipto y que guardaría sus promesas de multiplicar a sus descendientes y traerlos a la tierra que él había prometido a sus antecesores (Deuteronomio 6:3–7). Habrían de aprender el costo de la desobediencia en el desierto, donde se quejaron contra Dios y los lideres que él había escogido (versículo 16). Los hijos serian bendecidos por no repetir dicho desafío, y cuando preguntaran por el motivo y significado del código de ley de Israel, sus padres debían contestar: «Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa. Jehová hizo señales y milagros grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda su casa, delante de nuestros ojos» (versículos 21–22). Una vez más, el evento seminal de la época fue la liberación de Israel por Dios fuera de Egipto y su llegada a la tierra prometida, con la consiguiente necesidad de transmitir la verdad de generación en generación, en tanto que no profesaran lealtad a otros dioses.
«En Deuteronomio, nada motiva más a Moisés que la necesidad de vencer el fracaso de la gente en reconocer la capacidad de DIOS para satisfacer todas sus necesidades». (trad. Libre)
La posibilidad por dicha deslealtad era bastante real, pues al entrar a la tierra traería a los israelitas en contacto con otros pueblos que ahí vivían. Israel debía evitar los matrimonios mixtos, adoración de otros dioses, así como pactos con ellos.
Para Israel era importante darse cuenta que Dios los había escogido no por su número; De hecho, eran una nación pequeña. Las únicas razones por las que Dios escogió a Israel fue por Su amor y fidelidad en guardar Sus promesas (Deuteronomio 7:6–8). Si como pueblo escogido de Dios, fueran obedientes, serian protegidos de enfermedades y tendrían abundantes cosechas y ganado (versículos 12–15).
No deberían temer al desposeer a los pueblos del lugar que Dios les había prometido a Abraham, Isaac y Jacob en épocas anteriores. No obstante, Moisés les recordó que sería Dios quien «echará a estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas en seguida, para que las fieras del campo no se aumenten contra ti» (versículo 22). Los pueblos del lugar serian sacados por su maldad, no porque Dios en particular considerara a Israel justo en particular; de hecho, eran estimados por Dios un pueblo «de dura cerviz [cabezones, rebeldes]» (véase Deuteronomio 9:4–6).
BENDICIONES Y OLVIDO
La tierra sería una gran bendición después de los 40 años en el desierto; «Porque El Eterno tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel» (Deuteronomio 8:7–8).
Nunca deberían olvidarse de la gran liberación, de la riqueza y la prosperidad que disfrutarían. Si se volvieran desagradecidos y olvidaran la fuente de sus bendiciones, se enfrentarían a nefastas consecuencias: «Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis» (versículo 19).
De igual manera, Dios les advirtió de su fallo de memoria que pudiera extenderse hasta olvidar sus rebeliones en el desierto. Un aspecto recurrente de la historia de Israel fue y continuara siendo su naturaleza rebelde: «Acuérdate, no olvides que has provocado la ira del Eterno tu Dios en el desierto; desde el día que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes al Eterno» (Deuteronomio 9:7; véase también versículo 24).
Moisés le recordó al pueblo de la muy difícil situación después de la entrega inicial de los Diez Mandamientos, cuando regresó del Monte Sinaí encontrando que Israel se había corrompido y estaban adorando un ídolo de metal, un becerro de oro (versículos 15–21). Les recordó de su rebelión en cuatro lugares más (versículos 22–23). Moisés había rogado a Dios por su perdón, y debido a la misericordia de Dios aun continuaban vivos. Esta vez les preguntó: «Ahora, pues, Israel, ¿qué pide el Eterno tu Dios de ti, sino que temas al Eterno tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos del Eterno y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?» (Deuteronomio 10:12–13).
«Moisés se presenta ante el pueblo como pastor, entregando sus sermones finales por orden de Yavéh, y suplicando a los israelitas a permanecer fieles a su Dios una vez que crucen el Jordán y se establezcan en la tierra prometida a los antepasados». (trad. Libre)
Ahora a la entrada de la Tierra Prometida, se habían convertido en lo que Dios le había prometido a Abraham—una nación: «Con setenta personas descendieron tus padres a Egipto, y ahora el Eterno te ha hecho como las estrellas del cielo en multitud» (versículo 22).
Debían cruzar el Jordán y poseer una tierra diferente a Egipto, que era regada por los afluentes del delta del Nilo con inundaciones anuales. La tierra que heredarían era «una tierra de montes y de vegas, que bebe las aguas de la lluvia del cielo; tierra de la cual el Eterno tu Dios cuida; siempre están sobre ella los ojos del Eterno tu Dios, desde el principio del año hasta el fin» (Deuteronomio 11:11–12). Esa tierra rendiría sus bendiciones por su obediencia, y maldición por su desobediencia. La adoración del Dios verdadero traería lluvia y fruto. Idolatría resultaría en la falta de lluvia a su debido tiempo y a consecuencia falta de cosecha (versículos 13–17).
LOS DETALLES
Al detallarles la ley a orillas de la tierra, Moisés trajo a colación aspectos importantes de la vida la cual fue diseñada para ser una sociedad teocrática. Incluiría una ubicación central donde se celebrarían las fiestas anuales. Esto separaría a la gente de cualquier remanente de idolatría en una tierra en la que se encontraban muchos centros de culto pagano (capítulo 12). Los peligros presentados por falsos profetas y aquellos (incluso familiares cercanos) quienes incitaban al pueblo a seguir dioses falsos se ven dentro del capítulo 13. No se daría cabida a la influencia corruptiva de la adoración de dioses falsos. El pueblo estaba a punto de entrar en una nueva tierra y su atipicidad, sus tentaciones, y posibilidades. Una y otra vez, Moisés hiso hincapié en la importancia de establecer y mantener una clara perspectiva a través de la identificación con el único Dios verdadero.
«En Deuteronomio nos encontramos en el corazón de las Escrituras que Pablo cacteriza como un recurso eficaz para instruir, reprender, corregir y capacitar al pueblo de Dios en justicia, a fin de que puedan ser preparados y competentes para toda buena obra (2 Tim. 3:16–17)». (trad. Libre)»
Esa identidad especial debía ser refleja en duelo apropiado; distinguiendo entre los alimentos impuros e impuros (véase «¿Qué Comer?»); dedicando de una décima parte de los ingresos de su trabajo, o de las ganancias de su labor, para la celebración del festival anual; apoyo especifico para la clase sacerdotal, viudas, huérfanos y extranjeros (capitulo 14); perdón de las deudas cada siete años; cuidado del pobre, del necesitado, y los esclavos; así como la consagración de los primeros machos (capítulos 15). La identidad estaba forjada en la observación anual de tres festivales especiales como la Pascua, donde Israel debía de recordar la milagrosa liberación de su esclavitud en Egipto. Esta era seguida por la Fiesta de las Semanas a finales de la primavera y la temporada de la fiesta otoñal de los Tabernáculos (Deuteronomio 16:1–17), ambas reconociendo las bendiciones agrícolas de Dios.
Otra característica de una sociedad basada en la regla teocrática fue el nombramiento de los jueces que gobernarían con equidad e imparcialidad y sin la mácula de la corrupción (versículos 18–20). Decisiones sacerdotales o judiciales en los casos difíciles serían resueltas en un lugar central. Del mismo modo, los futuros reyes de Israel tendrían que gobernar con justicia e imparcialidad en base a las estrictas normas de la ley de Dios (capitulo 17).
Los sacerdotes tendrían privilegios especiales ya que no se les dieron propiedades. Su labor para con todo Israel sería reconocido con regalos monetarios y de los productos del campo, así como partes de los animales sacrificados en el culto religioso. En contraste, líderes religiosos paganos, clarividentes, agoreros, hechiceros, adivinos y los que sacrifican niños debían ser estrictamente eludidos (capitulo 18).
En el centro de este material sobre los líderes religiosos falsos y verdaderos se encuentra una profecía sobre la venida de un profeta único, como Moisés, aunque superior a él. Esto fue entendido más tarde como una referencia a la primera venida de Cristo (versículos 15–19).
Continuaremos con la exanimación de más detalles de la ley en el próximo número mientras concluimos la sección del Tora de La Ley, los Profetas y las Escrituras.
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(PARTE 12)