Infierno: Orígenes de una Idea
Muchos grupos religiosos describen a Dios como un ser que tortura eternamente a la gente por sus pecados. Naturalmente, los incrédulos ya se acaban con esto: ¿Cómo puede alguien adorar un dios que crea seres humanos falibles para ser atormentados por siempre en el infierno?
Entre los aproximadamente seis mil setecientos millones de personas en el mundo, más de dos mil millones son cristianos, y cerca de mil trescientos millones son musulmanes. En conjunto estas dos religiones tienen aproximadamente la mitad de la población mundial, y ambos grupos creen en un lugar de condenación eternamente ardiendo. El concepto del infierno también ocupa un lugar en el judaísmo, sin embargo adopta diferentes formas en las religiones orientales como el hinduismo, budismo, taoísmo, jainismo y el zoroastrismo. La idea del tormento perpetuo (o casi perpetuo) es tan común en las religiones y culturas del mundo que si usted menciona la palabra «infierno» un concepto determinado surge en la mente de las personas inmediatamente.
Siendo el cristianismo la religión más grande del mundo, parece más que razonable explorar lo que tiene que decirnos a cerca del tema el «Libro de libros», la Biblia. Sin embargo los seguidores del judaísmo y el islam también comparten el epíteto «Gentes del Libro», debido a que reconocen un patrimonio común—un linaje que se remonta a Abraham y por lo tanto un respeto compartido por muchos de los personajes que leemos en el Antiguo Testamento.
Comenzaremos con un breve vistazo con el concepto del infierno como se enseña en el islam y el cristianismo.
UN ARDIENTE DESTINO
Mahoma, reconocido como el profeta fundador del Islam, vivió unos 600 años después de Jesucristo. Por ese entonces el concepto del infierno ya estaba bien establecido en el cristianismo, así que Mahoma lo adoptó dentro de la nueva religión. De hecho, el infierno y el juicio final se encuentran dentro de los temas dominantes del Corán, que advierte: «A aquellos que se nieguen a creer en nuestros signos, los acercaremos al fuego ardiente. Tan pronto como su piel sea consumida por el fuego, los revestiremos con otra para hacerles probar el suplicio» (Sura 4:56, Traducción Khalifa). Numerosos versículos relegan a los incrédulos a este ardiente infierno, «donde permanecerán para siempre».
El cristianismo, incluyendo al catolicismo romano, la ortodoxia oriental y al protestantismo, de igual manera está en gran medida enmarcado con los conceptos del juicio y, por aquellos que no cumplen los criterios necesarios, sufrimiento eterno en el infierno. El credo de Atanasio, considerado por los doctos que data del siglo quinto o principios del siglo sexto y venerado por la iglesia católica romana y varias iglesias protestantes, termina con estas palabras: «Y los que hubieren obrado bien irán a la vida eterna; y los que hubieren obrado mal, al fuego eterno. Esta es la fe católica, la cual, a menos que el hombre crea fielmente y firmemente, no puede ser salvo».
Agustín, influyente obispo del siglo cuarto en Hipona al norte de África jugó un papel clave en el desarrollo de la doctrina cristiana sobre el eterno infierno ardiente. Un definidor principal de la subsecuente fe cristiana, escribió numerosos libros, de los cuales algunos están considerados entre las grandes obras literarias de la civilización occidental.
Agustín escribió que «el infierno, al cual también se le llama lago de fuego y azufre, será fuego material, y atormentará el cuerpo de los condenados». También escribió de «aquellos dolores eternos que han de seguir» al juicio final (La Ciudad de Dios 21.10, 13). El obispo contendió que cada niño que nace, inmediatamente y de manera automática es condenado por el pecado original de Adán y Eva. A consecuencia de esto, todos lo no bautizados dentro del cristianismo ortodoxo, incluyendo los recién nacidos y otros que ni siquiera han oído de Jesucristo, están sujetos a castigo. Uno muy bien podría preguntarse, ¿Cómo puede ser eso justo de parte de Dios? No obstante los argumentos de Agustín hoy en día aun se mantienen como fundamentos de lo que creen y enseñan muchas iglesias cristianas.
Casi a mil años después de Agustín, el italiano Dante Alighieri escribió La Divina Comedia. Dante era un ferviente católico, político, poeta y filósofo. Su obra, como la de Agustín, es considerada uno de los pilares de las ideas religiosas occidentales. En la historia de Dante este toma un recorrido por ultratumba. Va primero al infierno, después al purgatorio, y finalmente al paraíso, y escribe acerca de todo lo que ve. Su grotesca imagen del infierno se arraigó en la cultura occidental, habiendo inspirado a notables como Miguel Ángel, Gustave Doré, Sandro Botticelli, John Milton y T.S. Eliot.
AVIVADO POR LOS ANTIGUOS
¿De dónde sacaron sus ideas Agustín y Dante sobre el eterno sufrimiento guardado para los pecadores? ¿A caso es bíblico? Es cierto que para la época de Cristo, el judaísmo ya había incorporado conceptos relacionados dentro de su sistema de creencias, no obstante en épocas anteriores no se enseñaba que un infierno eternamente ardiendo sería el destino de los no salvos. Tampoco lo enseñaba la Iglesia del Nuevo Testamento. La doctrina tiene sus raíces por otro lado.
El guía de Dante por el infierno fue Virgilio, poeta romano del siglo primero a.C. En su poema épico la Eneida, el héroe, Eneas, también es llevado por un viaje al infierno. Más tarde la representación grafica del lúgubre y macabro lugar de Virgilio influenció profundamente a artistas y escritores.
No obstante, el concepto del infierno como un lugar de tormento también precede a Virgilio. Una serie de antiguas civilizaciones, incluyendo las de Mesopotamia, India, Egipto y Grecia, poseían el concepto de un inframundo como parte de su mitología—el reino de los muertos. Estrabón, geógrafo griego del siglo primero a.C., hablaba sobre el valor de dichos mitos, notando que «los estados y los legisladores los habían sancionado como un recurso útil». Luego pasó a explicar que la gente «son disuadidos de maldiciones cuando, ya sea por medio de descripciones o a través de representaciones típicas de objetos no vistos, aprenden sobre castigos divinos, espantos, y amenazas». Al tratar con lo irrefrenable, la razón o exhortación por sí sola no es suficiente, escribió Estrabón; «existe también la necesidad del temor religioso, y este no puede ser despertado sin mitos y maravillas. … Los fundadores de los estados dieron sus sanciones a estas cosas como espantajos con que ausutar a los ingenuos» (Geografía 1.2.8).
Con el surgimiento de la filosofía occidental a manos de Sócrates y sus herederos intelectuales Platón y Aristóteles, los conceptos de la vida, la muerte y el más allá tomó nuevas dimensiones. También en el Oriente, la vida póstuma continuó agitando la imaginación. Estrabón señaló sobre un grupo de filósofos orientales que «tejen en los mitos, como Platón, acerca de la inmortalidad del alma y los juicios en el Hades y otras cosas de ese tipo» (Geografía 15.1.59).
Platón (ca. 428–347 a.C.) se convirtió en figura clave en el desarrollo de estas ideas. Su nombre aparece con frecuencia en los escritos de Agustín, quien señaló había «perfeccionado la filosofía» y que él «es preferido justamente al resto de los otros filósofos de los gentiles». Aunque el obispo en ninguna manera ratificó las ideas de Platón, tomó en gran consideración varias de sus opiniones filosóficas—«opiniones algunas veces favorables a la verdadera religión, que nuestra fe absorbe y defiende» (La Ciudad de Dios 8.4).
El resultado ha sido de inmensa importancia para el cristianismo tradicional. La Stanford Encyclopedia of Philosophy (La Enciclopedia de Filosofía de Stanford), que describe a Agustín como un «cristiano neoplatónico», destaca: «Uno de los acontecimientos decisivos en la tradición filosófica occidental, fue la eventual fusión generalizada de la tradición filosófica griega con la religión judío-cristiana y las tradiciones bíblicas. Agustín es una de las figuras principales a través y por la cual se llevó a cabo esta fusión».
Uno de los principios fundamentales del pensamiento neoplatónico adoptado por Agustín, fue que los seres humanos poseen un alma inmortal. Este fue un paso crucial en su desarrollo de la idea de que los incrédulos podrían ser confeccionados para soportar el tormento eterno en el infierno.
DE REGRESO A LA BIBLIA
Las culturas y filosofías paganas han contribuido grandemente con los conceptos modernos del infierno. Sin embargo, ¿qué dice la Biblia misma sobre el tema?
En el Antiguo Testamento la palabra hebrea que con frecuencia se traduce como «infierno» es sheol, aunque de hecho significa «la fosa». La Biblia enseña que cuando morimos, simplemente vamos a la fosa (véase Salmos 49:10–11 y Eclesiastés 3:19–20). El Interpreter’s Dictionary of the Bible (Diccionario Interprete de la Biblia) comenta, «En ninguna parte del Antiguo Testamento la morada de los muertos es un lugar considerado como de castigo o tormento. El concepto del “infierno” se desarrolló en Israel solamente durante el periodo helenístico» (a partir del siglo cuarto a.C.). Ideas religiosas y filosóficas griegas, incluyendo esas de Aristóteles y Platón, llegaron a influenciar a toda la región durante esa época. La Merriam-Webster’s Encyclopedia of World Religions (Enciclopedia de las Religiones del Mundo de Merriam-Webster) señala que «muchos aspectos formales de la religión helenística… persisten en las tradiciones judías y cristianas de la actualidad».
«El Nuevo testamento no describe el tormento del Gehenna o pinta a Satanás como al señor del. Estos son adornos literarios».
En el Nuevo Testamento, encontramos que hay tres palabras griegas traducidas como «infierno». La que se utiliza con más frecuencia es gehenna, que se refiere al Valle de Hinom, justamente a las afueras de los muros de Jerusalén, en los días de Jesús era en donde los locales tiraban y quemaban la basura.
El valle es mencionado por primera vez en Josué 15:8 (Versión Reina-Valera 1960): «Y sube este límite por el valle del hijo de Hinom al lado sur del jebuseo, que es Jerusalén». En este entonces Jerusalén estaba en manos de los jebuseos, y el valle marcaba el lindero entre las tierras heredadas por dos de los hijos de Jacob—también conocido como Israel—particularmente, Judá y Benjamín.
El Theological Dictionary of the New Testament (Diccionario Teológico del Nuevo Testamento) dice que el Valle de Hinom «adquirió mala reputación por los sacrificios que se ofrecían ahí a Moloch en los días de Ahab y Manasés [reyes de Judá]. … Al Valle de Hinom se le llegó a comparar con el infierno del juicio final en la literatura apocalíptica»—escritos judíos extra bíblicos—«a partir del siglo segundo a.C. … El nombre gehinnom de esta manera llegó a ser utilizado para el fuego escatológico del infierno. Esta es la etapa de desarrollo reflejada en el Nuevo Testamento. En el siglo primero d.C. fue ampliado mas para cubrir el lugar donde los impíos serán castigados en un estado intermedio, sin embargo esto no se encuentra en el Nuevo Testamento» (énfasis añadido). Continúa diciendo, «En el Nuevo Testamento no existe descripción de los tormentos del infierno como se encuentra en la literatura apocalíptica», la cual más tarde fue incluida en los escritos cristianos de igual manera.
Una vez más, para entender la fuente sobre la idea que la gente es torturada en un infierno de fuego eterno, tenemos que ir fuera de las Escrituras. Esto debería mandar un signo de peligro para aquellos que consideran la Biblia como su fuente de fe.
Como ya se señaló anteriormente, el valle de Hinom había adquirido connotaciones negativas a través de los años. De acuerdo a Jeremías 7, los habitantes israelitas de la región habían erigido ídolos en el templo de Dios, y en el valle adjunto habían construido altares a dioses falsos. Habían quemado incluso a sus hijos para apaciguar a los dioses paganos.
En Jeremías 19:4–7, el profeta presenta este mensaje de parte de Dios: Porque me dejaron, y enajenaron este lugar, y ofrecieron en él incienso a dioses ajenos, los cuales no habían conocido ellos, ni sus padres, ni los reyes de Judá; y llenaron este lugar de sangre de inocentes. Y edificaron lugares altos a Baal, para quemar con fuego a sus hijos en holocaustos al mismo Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento. Por tanto, he aquí vienen días, dice Jehová, que este lugar no se llamará más Tofet, ni valle del hijo de Hinom, sino Valle de la Matanza. Y desvaneceré el consejo de Judá y de Jerusalén en este lugar, y les haré caer a espada delante de sus enemigos, y en las manos de los que buscan sus vidas; y daré sus cuerpos para comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra.
Así es como era conocido Gehenna en los días de Jeremías. En el Nuevo Testamento, la palabra gehenna generalmente es utilizada en referencia a la destrucción de los hacedores de maldad. Jesús dijo, «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno»—gehenna (Mateo 10:28). En otras palabras, te puede matar la gente, pero solamente el cuerpo. No les temas; témele al que puede ponerte fin para siempre.
Jesús utilizó la palabra en otras situaciones de igual maner, siempre aludiendo a esa basura ardiente como metáfora por la muerte final del malvado incorregible.
LAS LLAVES DE LA MUERTE Y EL HADES
Otra palabra griega en el Nuevo Testamento traducida como «infierno» es hades: el lugar de los difuntos, la fosa, al igual que sheol en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Mateo 11:23 Jesús dice: «Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida». La ciudad no iba a ser atormentada por siempre; iba a ser colocada en la fosa—destruida.
«La palabra griega Hades en ocasiones, sin embargo erróneamente, se traduce como “infierno” en las versiones del Nuevo Testamento. Se refiere al lugar de los muertos, pero no necesariamente el lugar de tormento de los muertos malvados».
Del mismo modo, Jesús le dijo a sus discípulos que «y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» la Iglesia que Él estableció (Mateo 16:18). La Iglesia de Dios nunca morirá o será «sepultada».
En el libro del Apocalipsis, la palabra traducida como «infierno» es siempre hades, que significa «la fosa». Por ejemplo, el Jesús resucitado dice: «Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades» (Apocalipsis 1:18). Con estas llaves simbólicas, las fosas de los muertos serán abiertas en un tiempo futuro. En ese momento, de acuerdo a la visión que el apóstol Juan vio, «Y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos» (Apocalipsis 20:13). Ambos versículos se refieren simplemente a la fosa. El último se refiere a personas siendo resucitadas a una vida física. Después de esta resurrección, «La muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego» (versículo 14). La muerte misma será destruida—hecha obsoleta.
Otra palabra traducida como «infierno» en el Nuevo Testamento: tartaroo. Solo fue utilizada por el apóstol Pedro, una sola vez, cuando escribió sobre el lugar donde se retienen a los espíritus malvados que eventualmente serán atados (2 Pedro 2:4). Al igual que gehenna y hades, no tiene nada que ver con el hombre sufriendo por la eternidad en un infierno ardiendo eternamente.
Sin embargo, ¿qué acerca de las palabras de Jesús en Mateo 25:41: «Entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles»? El diablo y sus ángeles—o demonios—son seres espirituales inmortales, y el «fuego eterno» representa su destino final: encarcelados por Dios para que no sigan causando más estragos en el resto de Su creación. Debido a que están en continua rebeldía contra Dios, tendrán que ser constreñidos por toda la eternidad. Los seres espirituales no se queman o sufren dolor como los seres físicos, pero serán cortados de Dios para siempre. Así que la idea de ser castigados por la eternidad aplica a Satanás y sus demonios, no a los seres humanos.
En cambio, cualquier persona que sabiendo se rehúsa a vivir de acuerdo a las leyes que producen felicidad y paz, no será resucitada a vida eterna como ser espiritual, como lo fue Cristo. Dios, en Su amor, no quiere una persona viviendo para siempre en una actitud de rebelión y la desdicha que esa actitud produce. Así pues, el malvado incorregible se le dejará de hacer sufrir, como se representa por los fuegos del Gehenna. Se hace referencia de estos en Apocalipsis 20:14 como «la segunda muerte»—una descontinuación permanente de vida. Si el fuego del infierno ha llegado a significar cualquier cosa por medio de la tradición religiosa, es importante darse cuenta que la Biblia no enseña eso.
En futuras ediciones, Visión explorará en mayor detalle el origen y conceptos como la inmortalidad del alma así como la idea de que a todos aquellos que no son «salvos» en esta vida están destinados por la eternidad.